Thursday, December 27, 2012

La aventura del regreso a Tanzania y mi última semana de vacaciones

19.08.12 - 28.08.12
Dhow al atardecer, isla Juani, Tanzania.


EL DÍA MÁS LARGO DE MI VIDA
19.08.12

Aquí en Ilha dejé a Miriam, mi compi de viaje, porque ya sólo nos quedaba 1 semana y yo quería volver a Mafia para hacer submarinismo. Ella aprovechó para ver ballenas en otra excursión en barco en Ilha, mientras yo pasé las horas más estresantes de todo mi viaje. 
"Pole Pole" o despacio, algo que se aprende rápido en Zanzíbar
A eso de las 12 de la noche dejé una fiesta en la playa de Ilha, llegué al hostal y me tumbé un rato porque había mandado un mensaje al conductor de la chapa (Saíd) para avisarle de que a las 2.30 am estaría esperándole en el hospital de Ilha, que no se fuera sin mí. Así que a la 1.45 am salí del hostal con la mochila a la espalda y, de camino al hospital, me subí en un minibus que gritaba “Nampula” (donde está el aeropuerto) y dentro me dijeron que aunque no eran Said, eran la misma compañía… PRIMER ERROR… tras una media hora dando vueltas y más vueltas por Ilha en busca de más viajeros, me suena el móvil y unos españoles me cuentan que están en la chapa de Saíd esperándome en el hospital… total que me había metido donde no era; bueno, daba igual siempre y cuando mi minbus saliera con tiempo para llegar al avión, pero cuando les presioné para que me dijeran cuándo salía me contestaron que... ¡¡¡cuando se llenara!!! y, que si eso era  a las 5 am, pues a esa hora partiríamos… ya, pero yo entonces ¡¡¡perdería mi avión!!! ¡Qué estrés! llamé corriendo a Saíd que estaba ya cruzando el puente de la isla camino del continente pero, muy majo, aceptó volver a Ilha a recogerme. 

Mujer con su bebé, a la puerta de su casa en Mafia, Tanzania.

Así que intenté que mi minibus me llevara al hospital pero, como ellos no querían dejarme ir y perderme como cliente, me vi forzada a sacar la cabeza por la ventanilla y, cual loca, gritar a un lugareño que conocía que me ayudara a salir de ahí, mi salvación pensé… ¡ja! SEGUNDO ERROR… porque en cuanto me bajé del minibus, el mozambicano, que venía algo borracho de la fiesta de la playa, en lugar de llevarme al hospital me metió por un callejón oscuro con intenciones que quedaron claras al acercarse más de la cuenta para decirme “I love you”… “Fuck Off!!! I´m going to miss my plane!!! I just wanto to go to the hospital” pero de los nervios ya no sabía ni dónde estaba, menos mal que llamé a los españoles que iban con la chapa por Ilha buscándome y que aparecieron de pronto de la nada para rescatarme de mi frustrado enamorado.

Las mujeres se encargan, entre otras cosas, de trenzar las hojas de palma para el macuti: tejado de la casa típica de este lugar de África.
Típica casa africana (paiota) construída con paredes de adobe y tejados de macuti.
Por fin a salvo, en la chapa de Saíd, crucé el puente, llegué al continente y allí nos cambiaron a todos al bus llamado “el tanzano” que es el que te deja en Nampula. Me dormí casi todo el viaje pero, cuando abrí el ojo a eso de las 6 am, empecé a preocuparme porque aún no habíamos llegado y el bus iba parando en todas partes para recoger más y más pasajeros y gallinas y cabras. Menos mal que un portugués encantador que estaba sentado detrás de mi hizo de ángel de la guarda y me bajó en una rotonda que estaba cerca del aeropuerto hasta el cual me acompañó para tomarse un café conmigo antes de entrar a currar. Flipo con la amabilidad de la gente, de verdad. 


En busca de ricos... ¡cocos! para comer su carne y beber su saludable agua, Mafia.
Ya en el aeropuerto, esperando a embarcar, me empiezo a rayar porque el día de la paella me salió una erupción en las piernas que pensé sería una reacción alérgica a la silla pero que cada día que pasaba, y a pesar de los antihistamínicos, se iba extendiendo hasta tal punto que empecé a preocuparme de verdad. Así que durante las horas de espera decidí llamar a los amigos italianos (que eran dentista y farmacéutica) para ver si me podían aconsejar algo y ellos, asustados por lo que les contaba y pensando que quizás era una enfermedad tropical, hicieron algo que muy poca gente en el mundo hubiera hecho: se ofrecieron a echarme un ojo en Pemba, donde ellos estaban, y aprovechar la escala de veinte minutos para diagnosticar mi problema y ver así si cuando llegara a Dar tenía que irme directa al hospital… lloré tanto en ese vuelo… me sentí por un lado tan sola y vulnerable y por otro que había gente tan buena en el mundo, tanta gente que te ayuda que es capaz incluso de perder un día de sus vacaciones por ti, que me tocó de verdad el corazón, jamás tendré palabras suficientes para agradecerles a ambos lo que hicieron por mi. 

Diferentes azules desde el avión.
Efectivamente, según aterrizó el avión salí corriendo y allí estaban mis salvadores que, tras mostrarles mis piernas, nalgas, espalda y brazos delante del resto de atónitos pasajeros musulmanes, me entregaron una crema de corticoides y unas pastillas que acabarían con el problema en unos días y que, sobretodo, terminaron con mi paranoia y me tranquilizaron. ¡Uf! Qué alivio, de verdad, porque lo que menos me apetecía del mundo era pasar mi última semana de vacaciones en el hospital de Dar.

Mujeres musulmanas festejando el Eid, Zanzíbar.
Total que llegué por fin a Dar y decidí, si era posible, volar ese mismo día a Zanzíbar. Así que, en cuanto salí del rollo eterno de hacer el visado y recoger la maleta, me fui a ver si encontraba un vuelo a Zanzi pero, de camino, me pilló un avispado que me metió en una pequeña habitación donde, tras mirar en su ordenador, me dijo que había un vuelo en media hora que me esperaba y que además eran sólo 75$... En fin, a veces aunque la situación parezca algo rara confías en la gente, así que me fui al cajero, saqué la pasta y el tipo, sin darme un recibo ni nada, me metió en un taxi que, decía, iba a la otra terminal donde, nada más llegar me metieron en otra mini oficina donde alguien cogió mi maleta y me dio… ¡un trozo de papel plastificado en el que salía el dibujo de 2 manos y que decía ser la tarjeta de embarque número 13!… ejem… 

Check in del aeropuerto de Mafia.

Aunque parecía todo algo extraño lo cierto es que, para mi sorpresa, a eso de las 18 embarqué efectivamente en una avionetilla de hélices en la que sólo cabían 13 pasajeros más el piloto ¡¡¡más mona!!! y, a las 19, estaba feliz cual perdiz en Zanzi. Eso me pasa por confiar en ese sexto sentido que siempre te ayuda.

Una de las típicas avionetas que te llevan de un lado a otro por aquí.

Pero no, aquí no acaba este laaaaaargo día. Resulta que el taxista que me vino a recoger al aeropuerto me explicó que, como era el fin de ramadán en Stone Town, había una fiesta (Eid al-Fitr) más grande que la nuestra de nochevieja, por lo que la mayoría de los hostales parecían estar llenos… el tipo, con toda su buena voluntad (y por una pequeña comisión, según descubrí más tarde), me llevó de uno a otro hasta que por fin encontramos una habitación libre que, por la desesperación, acepté, arrepintiéndome  tras echar un ojo a la ducha fría, las ventanas rotas por las que entraban luz y mosquitos y la situación en medio de la jarana. 
Niños en el puerto de Zanzíbar

Total que 10 minutos más tarde, tras llamar a varios hostales de la guía hasta encontrar otra habitación libre, decidí dejar este infierno aunque tuviera que pagar más para poder al menos descansar después del palizón que llevaba. Bajé a explicarle mi situación al dueño que... no lo tomó nada bien: me dijo que no podía irme porque ya me había duchado, cosa que obviamente no era cierta puesto que llevaba la misma ropa que al llegar y no había tenido ni tiempo de hacerlo, pero el tipo se enfureció y empezó a forcejear conmigo intentando quitarme el móvil, lo que hizo que casi se cayera... ¡¡¡MI CÁMARA!!!, yo gritando ya “leave me alone, are you crazy?” y el tipo venga a tirar de mi, tanto que va y... ¡¡¡me rompe los pantalones!!! y yo diciéndole que iba a llamar a la policía y el tipo que le daba igual que era su país y mientras su hijo cerrando la puerta del hostal… ¡puf! Vaya momento más chungo, menos mal que había un chico español en el hall (Javi) que reaccionó y se acercó a ayudarme, calmando, con su presencia masculina, al dueño que entonces le explicó que le había pagado 3000 de comisión al taxista, algo que yo le habría dado si me lo hubiera explicado pero, como el tipo se había puesto súper agresivo conmigo, me fui sin darle nada, acompañada por Javi buscando por las callejuelas de Zanzi, con el culo al aire, el hostal que había reservado.  




ZANZIBAR 
19.08.12 - 21.08.12
Mercado nocturno, Zanzíbar.
Total que por fin puse fin a este laaaaaargo día, con una estupenda cena que compartí con mi nuevo amigo, con quien fui de excursión al día siguiente a “Prision Island”, una islita que hay frente a Zanzi que está rodeada de uno de los mejores arrecifes de coral que he visto en mi vida, así que allí pasamos unas horas haciendo snorkell para disfrutar después de una visita a la isla cuyo nombre viene porque se construyó en ella una prisión para los esclavos aunque ésta nunca se utilizó como tal, sino que sus instalaciones se aprovecharon para dejar en cuarentena a todos los que venían en barco con peligro de haber contraído alguna enfermedad contagiosa. 

Prision island, Zanzíbar.

 El encanto de Prision Island ya no es la cárcel, convertida ahora en hotel de lujo, sino las tortugas terrestres gigantes que alberga. Así que puedes darte una vuelta y acariciar a estos lentos seres de cara prehistórica que llevan su edad escrita en el enorme caparazón que acarrean consigo y que, a pesar de su peso, levantan cuando frotas su cuello alante y atrás con firmeza. Una pasada de excursión que recomiendo a todos los que estén por ahí.


Mi amiga la tortuga de... ¡150 años! Prision island.

Al acariciarles el cuello, las tortugas ¡se levantan!

Por la tarde-noche flipé con la fiesta del Eid: todo Zanzi estaba lleno de turistas musulmanes en sus mejores galas, paseando, bailando, comiendo, bañándose en el mar… una auténtica pasada, un jolgorio tremendo, un ambiente súper alegre y divertido. No podíamos dejar de admirar a las mujeres que iban vestidas con coloridos trajes largos de fiesta y pañuelos a juego, creo que ha sido la primera vez que he comprendido esta forma de vestir, porque sinceramente estaban súper elegantes y guapas. El parque del fuerte estaba lleno de gente que había venido de todas partes, y todos allí juntos querían charlar, te sonreían, se hacían fotos contigo, y te contaban de dónde venían y qué hacían por ahí. Una estupenda experiencia la verdad, una noche muy especial. 
Mujeres celebrando el Eid en Zanzíbar.



MAFIA 
21.08.12 - 27.08.12
Al día siguiente tomé otra avioneta con destino a Mafia, donde pasé la última semana del viaje, súper relajada y feliz, descansando de todas las aventuras vividas, paseando tranquilamente por el pequeño Utende, charlando con sus amables gentes, tomando alguna que otra birra en el bar local y disfrutando a saco de su increíble mundo submarino.

Beach House, mi casa en la isla de Mafia.
Esto es una de las cosas que más me gusta al viajar: encontrar un lugar en el que te sientes a gusto y pasar ahí un tiempo haciendo una rutina que te hace sentir parte del sitio, comprenderlo mejor, apreciar sus costumbres e intentar comprender con mayor profundidad su forma de pensar, algo que es más difícil cuando vas de paso por los sitios.

Aeropuerto de Mafia :-)
Tuve la suerte además de coincidir con el nacimiento de unas tortugas de mar en la isla de Juani, algo que ocurre pocas veces al año y que se puede ver gracias a Sea Sense, una ONG que trabaja en las comunidades costeras tanzanas para proteger especies marinas en peligro (tortugas, delfines, ballenas y tiburones ballena). Ellos avisan cuando saben que las tortugas van a nacer y se encargan de guiar a los turistas que quieran verlo a través de la isla explicando por el camino la forma de vida de los lugareños y la importancia de la concienciación tanto de éstos como de los turistas respecto a estas especies protegidas. Por fin, tras una larga caminata de más de 1 hora, pudimos presenciar una de las maravillas de la naturaleza: de pronto las enterradas tortugas rompen el huevo y escarban la arena hasta salir a la luz, donde su instinto les lleva a bajar hasta el mar, en el que nadarán durante 24 horas hasta encontrar un lugar a salvo donde crecer durante los próximos 3 años. Unos 30 años más tarde, las tortugas adultas volverán, al igual que hicieron sus ancestros durante siglos, igual que harán sus descendientes, a  poner sus huevos en el mismo lugar.

Tortuguita recién nacida, según sale del huevo enterrado en la arena cruza la playa hasta llegar al mar donde comenzará su aventura, isla Juani.

Todo lo bueno se acaba, así que aunque me habría gustado quedarme en Mafia unos meses para seguir desconectada del estrés que se vive en Occidente y además poder disfrutar de las ballenas e incluso poder bañarme con los tiburones-ballena, tuve que marchar. Ojalá algún día pueda volver a este lugar tan lejos del mundo. 



Curiosidades:

Al pasar por la isla de Juani escuchamos de pronto unos cánticos que, al acercarnos a ver, descubrimos era una fiesta loca donde las mujeres y niños del pueblo bailaban a ritmo de tambores y gritos para festejar bien coloridas el Eid.
Ni corta ni perezosa me uní al baile, para gran regocijo de estas gentes que expresan tanto a través de la danza.


Con mis nuevos amigos tras el intenso baile.
Por cierto que las mujeres en África... ¡se rapan la cabeza! es algo que no sé si hacen porque les gusta, por evitar el calor, por moda, estética o porque tienen el pelo destrozado de hacerse tantas trencitas de pequeñas... no lo sé, pero lo cierto es que suelen llevar la cabeza rapada y tener varias pelucas que se ponen según la ocasión.

Bailes de mujeres en la isla, suelen llevar pelucas o pañuelos que disimulan su cabeza rapada.

Thursday, November 08, 2012

ILHA DE MOZAMBIQUE

12.08.12 - 19.08.12



Callejuelas de la zona de piedra (Stone Town) de Ilha de Mozambique.
 
Bien de mañana de nuevo, dejamos Ibo en uno de esos barquitos que van cargados cual pateras para llegar casi al continente, y digo casi porque debido a la marea nos tuvo que venir a recoger un bote-taxi para acercarnos hasta la orilla. 


Botes-taxi.

PEMBA
12.08.12 - 14.08.12
Unas 4 h en chapa hasta Pemba, fácil si vas en el asiento del copiloto, jajaja. Flipamos con los precios del alojamiento aquí pero es que, según nos contaron, desde que se ha encontrado gas en la zona ha venido un montón de gente a currar y todo se ha encarecido mucho además de volverse más peligroso, por lo que te aconsejan no salir de noche solo con cosas de valor, y menos si estás en la zona de la playa que nosotras la verdad no pisamos porque teníamos 1 día en Pemba que queríamos utilizar para hacer papeleos, conectarnos a Internet y comprar vuelos a Dar es Salaam… sí, son caros, pero es que ni de coña íbamos a perder el tiempo subiendo otra vez por tierra y tuvimos suerte porque aún quedaban plazas en uno de los 2 vuelos semanales que une ambos lugares.


Las famosas "chapas" mozambicanas: esos camiones abiertos que muchas veces no tienen ni techo.
Una pena porque las playas de Pemba son impresionantes y su mundo submarino también, pero preferimos salir cuanto antes porque, desgraciadamente, no nos quedaban muchos días de viaje. Así que, una vez resuelto nuestro regreso a Tanzania, partimos de nuevo a las ¡¡¡4.00 am!!! en un bus hacia Nacala que, en lugar de las 5h que decían, nos dejó 8h más tarde en el cruce de Monapo donde enlazamos con una chapa que llegó sobre las 14.30 a la encantadora Ilha de Mozambique. 

Vistas desde Ilha de Mozambique con la marea baja.

ILHA DE MOZAMBIQUE
14.08.12 - 19.08.12
A pesar de ser más pequeña (la isla mide 3 km de largo y 500 m en su parte más ancha), Ilha cuenta con más habitantes (18000) y más turistas que Ibo, quizás por su cercanía al continente y al puente de unos 3.5 km que se construyó allá por los años 60 para unir ambos. 

Puente de 3.5 km que conecta Ilha con el continente.

Aún así, Ilha sigue siendo un lugar de relax, patrimonio de la humanidad por su preciosa Stone Town, formada por casas coloniales portuguesas en mejor estado que las de Ibo. Se ve más vida en Ilha, más bares, más hostales, más ambiente y eso hay gente a la que no le gusta tanto, pero nosotras pasamos unos días muy contentas ahí, paseando por las callecitas de arena, tomando algo en los bares locales o para "mzungus", charlando con los extranjeros que conocimos y aprovechando para hacer alguna que otra excursión en barco por los alrededores. 


De excursión en barco (dhow) por los alrededores de Ilha de Mozambique.

Flipamos con la cantidad de españoles que había, con los que nos reunimos a comer una deliciosa paella en casa de María José, catalana que nos contó que después de visitar la Ilha de vacaciones se enamoró del lugar y decidió dejarlo todo para empezar aquí una nueva vida con su hija, Cristina. Una pasada su casa, la verdad, preciosa aunque, para comprarla, tuvo que buscarse un socio local a cuyo nombre está el 51% de la propiedad, cosa que no es obligatoria fuera de Ilha, por eso Cris se compó una paiota (casa típica africana) en el continente. La verdad es que ellas están felices, montando una pequeña ONG y disfrutando de otro ritmo y otra vida que la que nos impone la sociedad en occidente. 

Españoles disfrutando de una riquísima paella en casa de María José.

Esto es una de las cosas que más me ha chocado durante el viaje, la cantidad de extranjeros que dejan todo para, con un par de narices, irse a vivir a un lugar tan diferente. ¡Qué envidia! Ojalá tuviera yo el valor para dejar todo y mudarme a un sitio donde se vive el presente, donde no se habla de la crisis y no te meten miedo constante en el cuerpo con las noticias… pero bueno, quizás algún día reúna el coraje para hacerlo, ¡no te asustes mamá que seguro que sería súper feliz! 

Feliz, de compras en Carrusca.

Paseando por la isla disfrutamos de los simpáticos lugareños que en cuanto sacabas una cámara en seguida querían que les hicieras fotos, posaban para ti y llamaban a sus colegas… ¡¡¡menudos corros de gente se me han hecho en Ilha!!! Todos felices al ver sus caras en la cámara, las mujeres sonrientes y los niños gritando como locos, cosa que ocurre en la parte de Stone Town, más turística, donde los chavales van incluso vestidos en plan moderno lo cual contrasta con las personas mayores que son más tradicionales.


Ancianos y niños, todos sonríen en Ilha.

Pero también en la menos visitada zona de "macuti", donde me metí un día a dar una vuelta y no pude avanzar más que un par de calles, primero bailé con un montón de niños que me hicieron corro, luego unas sonrientes mujeres me enseñaron cómo preparaban unos bollos que me dieron a probar y por cierto estaban riquísimos y por último un hombre me invitó a su casa, familia de sastres donde bajo una pequeña bombilla cosían 5 jóvenes, uno de los cuales quisieron casar conmigo. Mi enamorado de Ilha, un chico bien tímido que se sonrojaba al proponerme ser su esposa. 

Un grupo de mujeres cocinando en el exterior de su casa de "macuti" de Ilha, felices de que les hiciera fotos, insistían en que probara la comida que estaban preparando.
Interior de la casa de sastres a la que fui invitada en el "macuti" de Ilha y de la que salí con un tímido pretendiente (el de amarillo) con el que querían casarme.
Muy dulces todos, la verdad, una vida muy tranquila y feliz, porque lo que más me sorprende de allá es que la mayoría de la gente a pesar de ser pobre tienen siempre una sonrisa en la boca. 

Se hace difícil pasear por el "macuti" de Ilha, porque se hace un corro de gente alrededor que quieren hablar contigo o hacerse fotos o bailar.
Desde Ilha hicimos también alguna excursión en barco, a la famosa Cabecera Pequena, donde hay una increíble laguna que se forma al bajar la marea, quedando atrapados los peces en ella unas horas, ideal para hacer snorkell; encontramos además a unos chavales que trabajaban el coral para, después de quemarlo, hacer con él la pasta que se usa en las pagodas; paseando por el pueblo de pronto vimos una pizarra bajo un árbol y al preguntar a los niños nos dijeron que estaban… ¡esperando al profesor! Esa era la escuela del lugar. 

Hombres trabajando el coral para convertirlo en material para sus casas.

Escuela al aire libre de Cabecera Pequena.

De Cabecera Pequena partimos hacia Carrusca, una playa increíble donde aprovechamos para comer la langosta más grande que he comido en mi vida. Una excursión bonita, un día diferente, una vida tan distinta.

Comiendo una deliciosa langosta gigante en Carrusca con nuestros amigos los italianos, un ejemplo a seguir por su forma de vivir la vida, viajar con la mochila a la espalda y disfrutar de cada momento, además de por su incomparable amabilidad que veréis en otra entrada.

Así de grandes son las langostas de acá.

CURIOSIDADES:

Por fin terminó el ramadán, que estuvo acompañándonos durante un mes. En Ilha vivíamos en casa de una familia musulmana que el día antes de la gran fiesta de fin de Ramadán (Eid al-Fitr) trajo al patio un par de cabras que, ante mi sorpresa, sacrificaron delante de mis ojos: de pronto el padre de familia  saca un cuchillo, reza unas palabras y, mientras sus hijos sujetan a la cabra, de un buen tajo le corta el cuello. Flipé por todo: por la sangre fría a la hora de degollar a la cabra que gritaba, por la explicación del hijo que me miró irónico y me dijo que nosotros comíamos carne pero no queríamos enfrentarnos a la muerte y por el hecho científico de que la cabra siguiera pataleando durante al menos 3 minutos a pesar de que debía estar muerta.

Tras rezar con el cuchillo en mano, el padre de la casa donde nos alojábamos degolla a la cabra que ha comprado para festejar el Eid, la fiesta del fin de Ramadán.

Tuesday, September 18, 2012

LAS QUIRIMBAS (NORTE DE MOZAMBIQUE)

05.08.12 - 12.08.12

Rolas, una de las preciosas islas de las Quirimbas 

Tras la aventura de cruzar la frontera, tomamos un bus que nos llevó por caminos de tierra roja hasta Mocimba da Praia. Lo primero que pensé de este nuevo país fue que, a pesar de que supuestamente es más pobre que Tanzania, todo parece en mejor estado: los pueblos más organizados y limpios y las “carreteras” también de arena pero sin tantos agujeros que te hacen botar constantemente. Lo cierto es que nos gustó Mozambique desde el primer momento sobre todo porque, al haber muy poco turismo lo que hace que el viajar por el país resulte bastante complejo, los lugareños se emocionan al verte y enseguida quieren que les hagas fotos, te sonríen y hablan con esa dulzura característica del portugués, que aquí domina casi todo el mundo, por lo que con un poco de portuñol te puedes entender con la gente.


Aldea mozambicana


MOCIMBA DA PRAIA
05.08.12 - 07.08.12
Mocimba da Praia es un pueblecito costero con encanto donde todo el mundo te saluda por la calle y quiere que te sientes a tomar una cerveza con ellos. Eso sí, al que viaje a este país le recomiendo un buen saco de paciencia, porque todo va a otro ritmo, con sonrisas sí, pero a otro ritmo.

Los caminos por los que pasa el bus se llenan de mujeres acarreando leña sobre sus cabezas.

 Una pena que no pudiera disfrutar de este lugar porque, según llegué, enfermé: pasé la noche entera vomitando, agarrada al cubo del baño, preocupada porque cuando enfermas lejos de casa te entran todo tipo de paranoias, así que según amaneció nos fuimos corriendo al hospital para que me hicieran el test de malaria… tuvimos suerte porque en Mocimba da Praia había hospital, algo que sólo puedes encontrar en algunas zonas de Mozambique, motivo por el cual se considera fatal a la malaria porque, aunque el tratamiento para esta enfermedad es muy efectivo, lo difícil es llegar desde la zona rural hasta el hospital, y mucha gente muere en el camino.

Nuestra habitación en Mozimba da Praia, donde pasé horas enferma en la cama.
Me convertí en la atracción del lugar, esa “mzungu” con la cara verde en medio de un montón de lugareños que me sonreían empáticos y que saltaron rápidos a sujetar mi cabeza cuando me puse a vomitar por encima de la barandilla del hospital, menudo show, jajaja, menos mal que me atendieron en seguida para darme la buena noticia de que no tenía malaria, me recetaron unas pastillas que compré ahí mismo y que nunca tomé, porque preferí pasar el mal trago a base de agua y homeopatía y lo cierto es que me recuperé tan rápido que esa misma noche pudimos levantarnos a las 3 am, no porque estuviéramos locas, no, sino porque en este extraño país todos los buses salen entre las 3 y las 4 am, y nunca sabes exactamente la hora, así que hay que estar sobre las 3 para ver cuándo pasa el bus que, una vez te recoge, da cientos de vueltas por la ciudad hasta conseguir suficientes pasajeros para el viaje.

Bus mozambicano: horas y horas compartiendo viaje con los amables lugareños, sus crianzas y sus gallinas.
Es duro viajar por Mozambique, por los madrugones que te tienes que dar y por lo lento que se hace viajar aunque lo cierto es que es una bonita experiencia: amanece poco a poco, las familias comienzan el día frente a las casitas de adobe y techo de paja, los caminos rojos empiezan a llenarse de mujeres acarreando leña sobre la cabeza, los niños corren de las casas a saludarte y cada vez que el bus para a coger o dejar viajeros, las ventanas son acosadas por  manos que ofrecen tomates, pimientos, cassavas, lechugas, gallinas, pescado, maíz, cocacola, agua, galletas… muchas veces son niños los que hacen este trabajo, niños que no pueden ir a la escuela a aprender, sino que ya desde pequeñitos están buscándose la vida y ayudando a la familia a salir adelante. Largos viajes, en los que no sólo disfrutas del paisaje sino de la compañía en el bus que va parando a recoger viajeros que al principio te miran tímidos pero que, en cuanto pueden, te preguntan por tu vida.


Niños que se acercan a la ventana a vender lo que cultivan. 

ARCHIPIÉLAGO DE LAS QUIRIMBAS
07.08.12 - 12.08.12
Las Quirimbas, precioso conjunto de unas 35 islas de postal en el que uno podría pasar románticos meses navegando en los ancestrales dhows de vela para descubrir cada una de ellas.

Desierta isla de Rolas.
 

Ibo

Es la isla más conocida, de ambiente muy relajado con tan sólo 4000 habitantes en 42 km2, donde te encuentras algún que otro turista despistado que ha podido llegar con estilo, en avión o, como hicimos nostras, sufriendo un laaaargo viaje de unas 11h que comenzó a las 3.30 am en Mocimba da Praia, con un bus que nos dejó en un cruce en mitad de la nada (29 de Otubro) sobre las 9 am, donde una hora más tarde pudimos saltar a la parte de atrás de una chapa (camioneta en la que amontonan a la gente y sus equipajes en el “maletero” abierto) que nos llevó, con gran dolor de posaderas, tras 4h de saltos por caminos de tierra hasta Tandanhangue, un pequeño pueblo de donde sale un barquito a una hora determinada por la marea.

Viajando en chapa, camioneta abierta donde tienes que agarrarte para no caer en los baches del camino y de la cual sales marrón de todo el polvo que tragas.

Por fin, rotas del largo y difícil día, llegamos a Ibo sobre las 17 y, sinceramente… ¡mereció la pena! Qué sitio más relajado y mágico, el lugar ideal para perderte del mundo y pasar unos días en los que el tiempo parece congelado y es que, según recorres la isla, te sientes como en un libro de García Márquez, viviendo otra época al pasear por sus callecitas de arena respondiendo al dulce “Bon día” de los lugareños sentados a la sombra de sus casas de tipo colonial portugués algo decadentes: la pintura desconchada, algunas con enredaderas que cubren las fachadas, otras en ruinas. Además se puede visitar la histórica Fortaleza de Sao Joao Batista, entre cuyas paredes en forma de estrella encerraban los portugueses a los esclavos antes de mandarlos a occidente y observar a los artesanos de la plata, que llevan desde el siglo VI con las mismas técnicas trabajando la plata para hacer auténticas filigranas con supuestas monedas antiguas fundidas.

Un platero fundiendo la plata con un soplete manual.

El tiempo pasa sin darte cuenta, porque se hace de noche bien pronto (a las 17.30) y porque lo pasas charlando con los amables lugareños en portuñol o tomando unas birras con la pequeña comunidad de extranjeros que llevan los 3 preciosos hoteles que hay y que son como una familia bien avenida. Ibo, la isla del relax y buen rollo la llamaría yo, de la que se hace difícil marchar.

Calles de Ibo


Quirimba
En toda esta zona africana la vida parece regirse por las mareas… ¡ayyyy qué madrugones nos hemos metido! Pero bueno, como el día es tan corto en realidad lo agradeces. Madrugamos para visitar la vecina isla Quirimba, una aventura de viaje que ha de hacerse con marea alta si se quiere ir en barco, un barco chiquitín de vela en el que pasamos casi 3 h porque ese día no soplaba ni una brizna de viento, así que el capitán tenía que usar 2 palos que clavaba en el fondo para propulsar el barco, pero aún así encayamos entre los manglares y tuvimos que bajarnos a empujar, jajaja.


Típico bote (dhow) de esta zona, que hace uso de los palos para moverse por zonas de bajas aguas.

De pronto, al salir de los manglares, aparece Quirimba: sus palmeras se levantan sobre las cristalinas aguas y las garzas se acercan a saludar. ¡Qué pasada de sitio! Una preciosa isla donde hay una aldea africana total, con casitas tipo paiota: paredes de matape (arena de playa con piedra coralina) y tejados de macuti (hoja de palmera), en cuyos porches se sientan a charlar los lugareños en macúa (idioma típico de acá similar al swahili).  

Secando pescado en la aldea de la isla Quirimba.

Interesante el paseo por el pueblo: nos seguían los niños como al flautista de Hamelin, cruzamos pozos cuyas aguas acarrean a sus casas en cubos en equilibrio sobre sus cabezas y provoqué un gran corro y unas buenas risas cuando me uní a unas mujeres que molían el maíz con dos grandes palos que golpeaban con ritmo en un gran cuenco de barro, lo intenté pero no es tan fácil como parece...

Moliendo maíz, Quirimba.

Pero me da igual hacer el ridículo, me gusta interaccionar con los lugareños, tanto que cuando me encontré con unas jóvenes que llevaban la cara pintada con “muciro” (una pasta blanca que sacan de la raíz de un árbol y que usan como mascarilla contra el sol) no me conformé con charlar un rato y hacer unas fotos, no, sino que acabé bailando con ellas entre risotadas y cánticos, y es que eso es una de las cosas que más me gusta de África, el ritmo y la alegría de la gente, que en seguida se ponen a bailar y cantar.

"Muciro", pasta blanca que sacan de la raíz de un árbol y que sirve para protegerse del sol.

Después de pasear por la aldea, comimos en el único restaurante-guesthouse que hay en el lugar y que no parece ser utilizado muy a menudo. Riquísima la comida que tuvimos casi dejar en el plato porque nuestro guía nos azuzó para marchar antes de que subiera la marea… y es que aquí es VITAL conocer bien las mareas, sobre todo  cuando ante nosotros teníamos LA GRAN AVENTURA de… ¡¡¡volver a pie!!! Y es que al bajar la marea ambas islas quedan unidas por diferentes pantallas de Super Mario:
-       Pantalla 1 - Canales: zona donde, al bajar la marea, ha quedado arena al descubierto. Pantalla que resultaría muy fácil si no fuera porque hay un par de canales, que son zonas más profundas en las que aún hay agua… y claro, para alguien no muy alto, como yo, se llega a pasar mal sobretodo en los puntos donde el agua te llega… ¡por el cuello! Joder qué agobio con la ropa y las cámaras, menos mal que nuestro guía cogió mi mochila con mis cosas y las cruzó sobre su cabeza, porque si no se me podría haber mojado todo.
-      Pantalla 2 - Manglares: lo peor de esta pantalla es, sin lugar a dudas, los millones de mosquitos que te comen vivo. Por lo demás es bastante agradable, porque hay sombra y es bonita, con el suelo lleno de conchas y cangrejos aunque hay que tener especial cuidado en algunas zonas de resbaloso barro.
-       Pantalla 3 – El río: no es un río profundo, no, sino un poco de agua que se pasa saltando de piedra en piedra, siempre mirando abajo con cuidado de no escurrirse y romperse la crisma.

Cruzando los manglares.

¡Vaya día! Fue una excursión desde luego inolvidable que recomiendo a cualquiera que vaya por ahí.

Rolas y Matemo 

Otra excursión de un día que hicimos fue a estas dos increíbles islas.
Rolas, isla desierta a la que llegamos justo 5 minutos antes de que estallara una tormenta tropical de la que pudimos guarecernos en unas pequeñas casitas que tienen ahí los pescadores para secar pescado. No hay ni árboles en Rolas, sólo blanca arena y aguas turquesas. Un sitio precioso, en el que dejamos a 2 parejas que iban con tienda y comida para pasar allí la noche.


Barco de pescadores en la desierta isla de Rolas.

De nuevo azuzados por el capitán del barco, que nos avisó de que o salíamos ya por la marea, el viento y las corrientes o nos quedábamos ahí a dormir, cruzamos a la isla de enfrente, Matemo, algo más grande que Rolas y más rollo postal por las palmeras que cubren su costa. Una preciosidad en la que no hay mucho más que hacer que tumbarse al sol y hacer snorkell, bueno también hay un pueblo al parecer que no visitamos y un camping para los que no pueden permitirse los 500 dólares la noche en el resort al que llegan en avioneta privada los ricos italianos que parecen poblar este complejo.

Lugareños camino de Matemo, a pie porque el barco no llega más allá.

Nos faltaron muchas islas por conocer, pero nuestro paso por las Quirimbas fue inolvidable. Si podéis, no lo dudéis, id a conocerlas.

CURIOSIDADES

En Ibo no hay más que 3 lugares donde alojarse, todos preciosos la verdad: el Mitimiwiri (donde nos quedamos nosotras), el 5 Portas y el Ibo Lodge, en todos los precios se pueden negociar ya que el turismo está bastante flojo, aunque conviene reservar porque hay quien llega y está todo lleno, claro que para eso está la pequeña comunidad de extranjeros de Ibo, los que gestionan los hoteles, que se llevan muy bien entre ellos y siempre intentan echarte una mano y encontrarte dónde dormir, incluso en unas cabañas más baratas que hay o en casa de un francés que tiene un restaurante allá donde se come de muerte, aunque lo cierto es que la comida es deliciosa también en el restaurante local, donde la señora prepara enormes y deliciosos cangrejos que recojen en los manglares, aunque OJO con el piripiri, que es la salsa que usan aquí bien cargadita de chile.

Mitimiwiri
Así que gran parte de nuestro tiempo lo pasamos con Benjamín, que pasó de ser el famoso "mamón" de la canción de Hombres G (que acabó por cierto casado con la chica que le robó al Summers) a dejar todo para empezar una vida en África donde curra como encargado del 5 Portas. Un encantador canario que además de cocinar de miedo nos ayudó en todo lo que necesitamos y nos explicó gran parte de las costumbres de este lado de África, como que al parecer las chicas aquí esperan que los chicos les den dinero cuando se acuestan con ellos... no, según nos explicaban los lugareños, no son prostitutas, es que es lo normal.


Con Benjarmín y el personal del 5 Portas, disfrutando de uno de sus deliciosos platos.