Tuesday, September 18, 2012

LAS QUIRIMBAS (NORTE DE MOZAMBIQUE)

05.08.12 - 12.08.12

Rolas, una de las preciosas islas de las Quirimbas 

Tras la aventura de cruzar la frontera, tomamos un bus que nos llevó por caminos de tierra roja hasta Mocimba da Praia. Lo primero que pensé de este nuevo país fue que, a pesar de que supuestamente es más pobre que Tanzania, todo parece en mejor estado: los pueblos más organizados y limpios y las “carreteras” también de arena pero sin tantos agujeros que te hacen botar constantemente. Lo cierto es que nos gustó Mozambique desde el primer momento sobre todo porque, al haber muy poco turismo lo que hace que el viajar por el país resulte bastante complejo, los lugareños se emocionan al verte y enseguida quieren que les hagas fotos, te sonríen y hablan con esa dulzura característica del portugués, que aquí domina casi todo el mundo, por lo que con un poco de portuñol te puedes entender con la gente.


Aldea mozambicana


MOCIMBA DA PRAIA
05.08.12 - 07.08.12
Mocimba da Praia es un pueblecito costero con encanto donde todo el mundo te saluda por la calle y quiere que te sientes a tomar una cerveza con ellos. Eso sí, al que viaje a este país le recomiendo un buen saco de paciencia, porque todo va a otro ritmo, con sonrisas sí, pero a otro ritmo.

Los caminos por los que pasa el bus se llenan de mujeres acarreando leña sobre sus cabezas.

 Una pena que no pudiera disfrutar de este lugar porque, según llegué, enfermé: pasé la noche entera vomitando, agarrada al cubo del baño, preocupada porque cuando enfermas lejos de casa te entran todo tipo de paranoias, así que según amaneció nos fuimos corriendo al hospital para que me hicieran el test de malaria… tuvimos suerte porque en Mocimba da Praia había hospital, algo que sólo puedes encontrar en algunas zonas de Mozambique, motivo por el cual se considera fatal a la malaria porque, aunque el tratamiento para esta enfermedad es muy efectivo, lo difícil es llegar desde la zona rural hasta el hospital, y mucha gente muere en el camino.

Nuestra habitación en Mozimba da Praia, donde pasé horas enferma en la cama.
Me convertí en la atracción del lugar, esa “mzungu” con la cara verde en medio de un montón de lugareños que me sonreían empáticos y que saltaron rápidos a sujetar mi cabeza cuando me puse a vomitar por encima de la barandilla del hospital, menudo show, jajaja, menos mal que me atendieron en seguida para darme la buena noticia de que no tenía malaria, me recetaron unas pastillas que compré ahí mismo y que nunca tomé, porque preferí pasar el mal trago a base de agua y homeopatía y lo cierto es que me recuperé tan rápido que esa misma noche pudimos levantarnos a las 3 am, no porque estuviéramos locas, no, sino porque en este extraño país todos los buses salen entre las 3 y las 4 am, y nunca sabes exactamente la hora, así que hay que estar sobre las 3 para ver cuándo pasa el bus que, una vez te recoge, da cientos de vueltas por la ciudad hasta conseguir suficientes pasajeros para el viaje.

Bus mozambicano: horas y horas compartiendo viaje con los amables lugareños, sus crianzas y sus gallinas.
Es duro viajar por Mozambique, por los madrugones que te tienes que dar y por lo lento que se hace viajar aunque lo cierto es que es una bonita experiencia: amanece poco a poco, las familias comienzan el día frente a las casitas de adobe y techo de paja, los caminos rojos empiezan a llenarse de mujeres acarreando leña sobre la cabeza, los niños corren de las casas a saludarte y cada vez que el bus para a coger o dejar viajeros, las ventanas son acosadas por  manos que ofrecen tomates, pimientos, cassavas, lechugas, gallinas, pescado, maíz, cocacola, agua, galletas… muchas veces son niños los que hacen este trabajo, niños que no pueden ir a la escuela a aprender, sino que ya desde pequeñitos están buscándose la vida y ayudando a la familia a salir adelante. Largos viajes, en los que no sólo disfrutas del paisaje sino de la compañía en el bus que va parando a recoger viajeros que al principio te miran tímidos pero que, en cuanto pueden, te preguntan por tu vida.


Niños que se acercan a la ventana a vender lo que cultivan. 

ARCHIPIÉLAGO DE LAS QUIRIMBAS
07.08.12 - 12.08.12
Las Quirimbas, precioso conjunto de unas 35 islas de postal en el que uno podría pasar románticos meses navegando en los ancestrales dhows de vela para descubrir cada una de ellas.

Desierta isla de Rolas.
 

Ibo

Es la isla más conocida, de ambiente muy relajado con tan sólo 4000 habitantes en 42 km2, donde te encuentras algún que otro turista despistado que ha podido llegar con estilo, en avión o, como hicimos nostras, sufriendo un laaaargo viaje de unas 11h que comenzó a las 3.30 am en Mocimba da Praia, con un bus que nos dejó en un cruce en mitad de la nada (29 de Otubro) sobre las 9 am, donde una hora más tarde pudimos saltar a la parte de atrás de una chapa (camioneta en la que amontonan a la gente y sus equipajes en el “maletero” abierto) que nos llevó, con gran dolor de posaderas, tras 4h de saltos por caminos de tierra hasta Tandanhangue, un pequeño pueblo de donde sale un barquito a una hora determinada por la marea.

Viajando en chapa, camioneta abierta donde tienes que agarrarte para no caer en los baches del camino y de la cual sales marrón de todo el polvo que tragas.

Por fin, rotas del largo y difícil día, llegamos a Ibo sobre las 17 y, sinceramente… ¡mereció la pena! Qué sitio más relajado y mágico, el lugar ideal para perderte del mundo y pasar unos días en los que el tiempo parece congelado y es que, según recorres la isla, te sientes como en un libro de García Márquez, viviendo otra época al pasear por sus callecitas de arena respondiendo al dulce “Bon día” de los lugareños sentados a la sombra de sus casas de tipo colonial portugués algo decadentes: la pintura desconchada, algunas con enredaderas que cubren las fachadas, otras en ruinas. Además se puede visitar la histórica Fortaleza de Sao Joao Batista, entre cuyas paredes en forma de estrella encerraban los portugueses a los esclavos antes de mandarlos a occidente y observar a los artesanos de la plata, que llevan desde el siglo VI con las mismas técnicas trabajando la plata para hacer auténticas filigranas con supuestas monedas antiguas fundidas.

Un platero fundiendo la plata con un soplete manual.

El tiempo pasa sin darte cuenta, porque se hace de noche bien pronto (a las 17.30) y porque lo pasas charlando con los amables lugareños en portuñol o tomando unas birras con la pequeña comunidad de extranjeros que llevan los 3 preciosos hoteles que hay y que son como una familia bien avenida. Ibo, la isla del relax y buen rollo la llamaría yo, de la que se hace difícil marchar.

Calles de Ibo


Quirimba
En toda esta zona africana la vida parece regirse por las mareas… ¡ayyyy qué madrugones nos hemos metido! Pero bueno, como el día es tan corto en realidad lo agradeces. Madrugamos para visitar la vecina isla Quirimba, una aventura de viaje que ha de hacerse con marea alta si se quiere ir en barco, un barco chiquitín de vela en el que pasamos casi 3 h porque ese día no soplaba ni una brizna de viento, así que el capitán tenía que usar 2 palos que clavaba en el fondo para propulsar el barco, pero aún así encayamos entre los manglares y tuvimos que bajarnos a empujar, jajaja.


Típico bote (dhow) de esta zona, que hace uso de los palos para moverse por zonas de bajas aguas.

De pronto, al salir de los manglares, aparece Quirimba: sus palmeras se levantan sobre las cristalinas aguas y las garzas se acercan a saludar. ¡Qué pasada de sitio! Una preciosa isla donde hay una aldea africana total, con casitas tipo paiota: paredes de matape (arena de playa con piedra coralina) y tejados de macuti (hoja de palmera), en cuyos porches se sientan a charlar los lugareños en macúa (idioma típico de acá similar al swahili).  

Secando pescado en la aldea de la isla Quirimba.

Interesante el paseo por el pueblo: nos seguían los niños como al flautista de Hamelin, cruzamos pozos cuyas aguas acarrean a sus casas en cubos en equilibrio sobre sus cabezas y provoqué un gran corro y unas buenas risas cuando me uní a unas mujeres que molían el maíz con dos grandes palos que golpeaban con ritmo en un gran cuenco de barro, lo intenté pero no es tan fácil como parece...

Moliendo maíz, Quirimba.

Pero me da igual hacer el ridículo, me gusta interaccionar con los lugareños, tanto que cuando me encontré con unas jóvenes que llevaban la cara pintada con “muciro” (una pasta blanca que sacan de la raíz de un árbol y que usan como mascarilla contra el sol) no me conformé con charlar un rato y hacer unas fotos, no, sino que acabé bailando con ellas entre risotadas y cánticos, y es que eso es una de las cosas que más me gusta de África, el ritmo y la alegría de la gente, que en seguida se ponen a bailar y cantar.

"Muciro", pasta blanca que sacan de la raíz de un árbol y que sirve para protegerse del sol.

Después de pasear por la aldea, comimos en el único restaurante-guesthouse que hay en el lugar y que no parece ser utilizado muy a menudo. Riquísima la comida que tuvimos casi dejar en el plato porque nuestro guía nos azuzó para marchar antes de que subiera la marea… y es que aquí es VITAL conocer bien las mareas, sobre todo  cuando ante nosotros teníamos LA GRAN AVENTURA de… ¡¡¡volver a pie!!! Y es que al bajar la marea ambas islas quedan unidas por diferentes pantallas de Super Mario:
-       Pantalla 1 - Canales: zona donde, al bajar la marea, ha quedado arena al descubierto. Pantalla que resultaría muy fácil si no fuera porque hay un par de canales, que son zonas más profundas en las que aún hay agua… y claro, para alguien no muy alto, como yo, se llega a pasar mal sobretodo en los puntos donde el agua te llega… ¡por el cuello! Joder qué agobio con la ropa y las cámaras, menos mal que nuestro guía cogió mi mochila con mis cosas y las cruzó sobre su cabeza, porque si no se me podría haber mojado todo.
-      Pantalla 2 - Manglares: lo peor de esta pantalla es, sin lugar a dudas, los millones de mosquitos que te comen vivo. Por lo demás es bastante agradable, porque hay sombra y es bonita, con el suelo lleno de conchas y cangrejos aunque hay que tener especial cuidado en algunas zonas de resbaloso barro.
-       Pantalla 3 – El río: no es un río profundo, no, sino un poco de agua que se pasa saltando de piedra en piedra, siempre mirando abajo con cuidado de no escurrirse y romperse la crisma.

Cruzando los manglares.

¡Vaya día! Fue una excursión desde luego inolvidable que recomiendo a cualquiera que vaya por ahí.

Rolas y Matemo 

Otra excursión de un día que hicimos fue a estas dos increíbles islas.
Rolas, isla desierta a la que llegamos justo 5 minutos antes de que estallara una tormenta tropical de la que pudimos guarecernos en unas pequeñas casitas que tienen ahí los pescadores para secar pescado. No hay ni árboles en Rolas, sólo blanca arena y aguas turquesas. Un sitio precioso, en el que dejamos a 2 parejas que iban con tienda y comida para pasar allí la noche.


Barco de pescadores en la desierta isla de Rolas.

De nuevo azuzados por el capitán del barco, que nos avisó de que o salíamos ya por la marea, el viento y las corrientes o nos quedábamos ahí a dormir, cruzamos a la isla de enfrente, Matemo, algo más grande que Rolas y más rollo postal por las palmeras que cubren su costa. Una preciosidad en la que no hay mucho más que hacer que tumbarse al sol y hacer snorkell, bueno también hay un pueblo al parecer que no visitamos y un camping para los que no pueden permitirse los 500 dólares la noche en el resort al que llegan en avioneta privada los ricos italianos que parecen poblar este complejo.

Lugareños camino de Matemo, a pie porque el barco no llega más allá.

Nos faltaron muchas islas por conocer, pero nuestro paso por las Quirimbas fue inolvidable. Si podéis, no lo dudéis, id a conocerlas.

CURIOSIDADES

En Ibo no hay más que 3 lugares donde alojarse, todos preciosos la verdad: el Mitimiwiri (donde nos quedamos nosotras), el 5 Portas y el Ibo Lodge, en todos los precios se pueden negociar ya que el turismo está bastante flojo, aunque conviene reservar porque hay quien llega y está todo lleno, claro que para eso está la pequeña comunidad de extranjeros de Ibo, los que gestionan los hoteles, que se llevan muy bien entre ellos y siempre intentan echarte una mano y encontrarte dónde dormir, incluso en unas cabañas más baratas que hay o en casa de un francés que tiene un restaurante allá donde se come de muerte, aunque lo cierto es que la comida es deliciosa también en el restaurante local, donde la señora prepara enormes y deliciosos cangrejos que recojen en los manglares, aunque OJO con el piripiri, que es la salsa que usan aquí bien cargadita de chile.

Mitimiwiri
Así que gran parte de nuestro tiempo lo pasamos con Benjamín, que pasó de ser el famoso "mamón" de la canción de Hombres G (que acabó por cierto casado con la chica que le robó al Summers) a dejar todo para empezar una vida en África donde curra como encargado del 5 Portas. Un encantador canario que además de cocinar de miedo nos ayudó en todo lo que necesitamos y nos explicó gran parte de las costumbres de este lado de África, como que al parecer las chicas aquí esperan que los chicos les den dinero cuando se acuestan con ellos... no, según nos explicaban los lugareños, no son prostitutas, es que es lo normal.


Con Benjarmín y el personal del 5 Portas, disfrutando de uno de sus deliciosos platos.