12.08.12 - 19.08.12
Bien de mañana de nuevo, dejamos Ibo en uno de esos barquitos que van cargados cual pateras para llegar casi al continente, y digo casi porque debido a la marea nos tuvo que venir a recoger un bote-taxi para acercarnos hasta la orilla.
Callejuelas de la zona de piedra (Stone Town) de Ilha de Mozambique. |
Bien de mañana de nuevo, dejamos Ibo en uno de esos barquitos que van cargados cual pateras para llegar casi al continente, y digo casi porque debido a la marea nos tuvo que venir a recoger un bote-taxi para acercarnos hasta la orilla.
Unas 4 h en chapa hasta Pemba,
fácil si vas en el asiento del copiloto, jajaja. Flipamos con los precios del
alojamiento aquí pero es que, según nos contaron, desde que se ha encontrado
gas en la zona ha venido un montón de gente a currar y todo se ha encarecido
mucho además de volverse más peligroso, por lo que te aconsejan no salir de
noche solo con cosas de valor, y menos si estás en la zona de la playa que
nosotras la verdad no pisamos porque teníamos 1 día en Pemba que queríamos
utilizar para hacer papeleos, conectarnos a Internet y comprar vuelos a Dar es
Salaam… sí, son caros, pero es que ni de coña íbamos a perder el tiempo
subiendo otra vez por tierra y tuvimos suerte porque aún quedaban plazas en uno
de los 2 vuelos semanales que une ambos lugares.
Una pena porque las playas de
Pemba son impresionantes y su mundo submarino también, pero preferimos salir
cuanto antes porque, desgraciadamente, no nos quedaban muchos días de viaje. Así que, una vez resuelto nuestro
regreso a Tanzania, partimos de nuevo a las ¡¡¡4.00 am!!! en un bus hacia
Nacala que, en lugar de las 5h que decían, nos dejó 8h más tarde en el cruce de Monapo
donde enlazamos con una chapa que llegó sobre las 14.30 a la encantadora Ilha de
Mozambique.
ILHA DE MOZAMBIQUE
14.08.12 - 19.08.12
A pesar de ser más pequeña (la isla mide 3 km de largo y 500 m en su parte más ancha), Ilha cuenta con más habitantes (18000) y más turistas que Ibo, quizás por su cercanía al continente y al puente de unos 3.5 km que se construyó allá por los años 60 para unir ambos.
14.08.12 - 19.08.12
A pesar de ser más pequeña (la isla mide 3 km de largo y 500 m en su parte más ancha), Ilha cuenta con más habitantes (18000) y más turistas que Ibo, quizás por su cercanía al continente y al puente de unos 3.5 km que se construyó allá por los años 60 para unir ambos.
Aún así, Ilha sigue siendo un
lugar de relax, patrimonio de la humanidad por su preciosa Stone Town, formada
por casas coloniales portuguesas en mejor estado que las de Ibo. Se ve más vida
en Ilha, más bares, más hostales, más ambiente y eso hay gente a la que no le gusta
tanto, pero nosotras pasamos unos días muy contentas ahí, paseando por las
callecitas de arena, tomando algo en los bares locales o para "mzungus",
charlando con los extranjeros que conocimos y aprovechando para hacer alguna
que otra excursión en barco por los alrededores.
De excursión en barco (dhow) por los alrededores de Ilha de Mozambique. |
Flipamos con la cantidad de
españoles que había, con los que nos reunimos a comer una deliciosa paella en casa de
María José, catalana que nos contó que después de visitar la Ilha de vacaciones
se enamoró del lugar y decidió dejarlo todo para empezar aquí una nueva vida
con su hija, Cristina. Una pasada su casa, la verdad, preciosa aunque, para
comprarla, tuvo que buscarse un socio local a cuyo nombre está el 51% de la propiedad, cosa que no es obligatoria fuera de Ilha, por eso Cris se compó una paiota (casa típica africana) en el continente. La
verdad es que ellas están felices, montando una pequeña ONG y disfrutando de otro
ritmo y otra vida que la que nos impone la sociedad en occidente.
Esto es una de las cosas que más me ha chocado durante el viaje, la cantidad de extranjeros que dejan todo para, con un par de narices, irse a vivir a un lugar tan diferente. ¡Qué envidia! Ojalá tuviera yo el valor para dejar todo y mudarme a un sitio donde se vive el presente, donde no se habla de la crisis y no te meten miedo constante en el cuerpo con las noticias… pero bueno, quizás algún día reúna el coraje para hacerlo, ¡no te asustes mamá que seguro que sería súper feliz!
Españoles disfrutando de una riquísima paella en casa de María José. |
Esto es una de las cosas que más me ha chocado durante el viaje, la cantidad de extranjeros que dejan todo para, con un par de narices, irse a vivir a un lugar tan diferente. ¡Qué envidia! Ojalá tuviera yo el valor para dejar todo y mudarme a un sitio donde se vive el presente, donde no se habla de la crisis y no te meten miedo constante en el cuerpo con las noticias… pero bueno, quizás algún día reúna el coraje para hacerlo, ¡no te asustes mamá que seguro que sería súper feliz!
Paseando por la isla disfrutamos
de los simpáticos lugareños que en cuanto sacabas una cámara en seguida querían
que les hicieras fotos, posaban para ti y llamaban a sus colegas… ¡¡¡menudos
corros de gente se me han hecho en Ilha!!! Todos felices al ver sus caras en la
cámara, las mujeres sonrientes y los niños gritando como locos, cosa que ocurre en la
parte de Stone Town, más turística, donde los chavales van incluso vestidos en plan moderno lo cual contrasta con las personas mayores que son más tradicionales.
Pero también en la menos visitada zona de "macuti", donde me metí un día a dar una vuelta y no pude avanzar más que un par de calles, primero bailé con un montón de niños que me hicieron corro, luego unas sonrientes mujeres me enseñaron cómo preparaban unos bollos que me dieron a probar y por cierto estaban riquísimos y por último un hombre me invitó a su casa, familia de sastres donde bajo una pequeña bombilla cosían 5 jóvenes, uno de los cuales quisieron casar conmigo. Mi enamorado de Ilha, un chico bien tímido que se sonrojaba al proponerme ser su esposa.
Ancianos y niños, todos sonríen en Ilha. |
Pero también en la menos visitada zona de "macuti", donde me metí un día a dar una vuelta y no pude avanzar más que un par de calles, primero bailé con un montón de niños que me hicieron corro, luego unas sonrientes mujeres me enseñaron cómo preparaban unos bollos que me dieron a probar y por cierto estaban riquísimos y por último un hombre me invitó a su casa, familia de sastres donde bajo una pequeña bombilla cosían 5 jóvenes, uno de los cuales quisieron casar conmigo. Mi enamorado de Ilha, un chico bien tímido que se sonrojaba al proponerme ser su esposa.
Un grupo de mujeres cocinando en el exterior de su casa de "macuti" de Ilha, felices de que les hiciera fotos, insistían en que probara la comida que estaban preparando. |
Interior de la casa de sastres a la que fui invitada en el "macuti" de Ilha y de la que salí con un tímido pretendiente (el de amarillo) con el que querían casarme. |
Muy dulces todos, la verdad, una
vida muy tranquila y feliz, porque lo que más me sorprende de allá es que la
mayoría de la gente a pesar de ser pobre tienen siempre una sonrisa en la boca.
Se hace difícil pasear por el "macuti" de Ilha, porque se hace un corro de gente alrededor que quieren hablar contigo o hacerse fotos o bailar. |
Desde Ilha hicimos también alguna
excursión en barco, a la famosa Cabecera Pequena, donde hay una increíble laguna
que se forma al bajar la marea, quedando atrapados los peces en ella unas
horas, ideal para hacer snorkell; encontramos además a unos chavales que
trabajaban el coral para, después de quemarlo, hacer con él la pasta que se usa
en las pagodas; paseando por el pueblo de pronto vimos una pizarra bajo un
árbol y al preguntar a los niños nos dijeron que estaban… ¡esperando al
profesor! Esa era la escuela del lugar.
Hombres trabajando el coral para convertirlo en material para sus casas. |
Escuela al aire libre de Cabecera Pequena. |
De Cabecera Pequena partimos hacia
Carrusca, una playa increíble donde aprovechamos para comer la langosta más
grande que he comido en mi vida.
Una excursión bonita, un día
diferente, una vida tan distinta.
Así de grandes son las langostas de acá. |
CURIOSIDADES:
Por fin terminó el ramadán, que estuvo acompañándonos durante un mes. En Ilha vivíamos en casa de una familia musulmana que el día antes de la gran fiesta de fin de Ramadán (Eid al-Fitr) trajo al patio un par de cabras que, ante mi sorpresa, sacrificaron delante de mis ojos: de pronto el padre de familia saca un cuchillo, reza unas palabras y, mientras sus hijos sujetan a la cabra, de un buen tajo le corta el cuello. Flipé por todo: por la sangre fría a la hora de degollar a la cabra que gritaba, por la explicación del hijo que me miró irónico y me dijo que nosotros comíamos carne pero no queríamos enfrentarnos a la muerte y por el hecho científico de que la cabra siguiera pataleando durante al menos 3 minutos a pesar de que debía estar muerta.
Tras rezar con el cuchillo en mano, el padre de la casa donde nos alojábamos degolla a la cabra que ha comprado para festejar el Eid, la fiesta del fin de Ramadán. |