Para ver mi selección de fotos de Tibet pincha aquí: Fotos de Tibet
03.06 – 06.06
Tras 3 días en Lhasa y alrededores, aclimatándonos, empezamos la ruta de regreso a Nepal en coche, con un tour organizado (única manera de viajar por Tibet) que culminaría en... el Everest!!!
03.06 – 06.06
Tras 3 días en Lhasa y alrededores, aclimatándonos, empezamos la ruta de regreso a Nepal en coche, con un tour organizado (única manera de viajar por Tibet) que culminaría en... el Everest!!!
Día 4: Lhasa --> Yamdrok --> Gyantse --> Shigatse
Día de muuuuuuucho coche, sobre todo porque el límite de velocidad es de unos... 40km/h!!! para evitar suponemos posibles fugas de tibetanos del país, que el gobierno chino controla con "check points" que están colocados cada 50 km de forma que comprueban en los papeles que llevas en el coche la hora a la que pasaste por el último control y así saben que no sobre pasas el límite de velocidad.
Tuvimos que pasar por varios "pass" que son puntos muy altos de la trayectoria, donde suele haber cumbres nevadas y banderas de la oración (praying flags), de forma que en algunos momentos el mal de altura se hace realmente insoportable. Eso sí, es maravilloso poder ver el país de esta manera, sus pueblos, sus casas, sus colegios, sus aldeas, sus vistas, su forma de vida. Una pasada.
Tráfico en el pueblo... así seguro que no superas los 40km/h impuestos, jajajaja! |
Tuvimos que pasar por varios "pass" que son puntos muy altos de la trayectoria, donde suele haber cumbres nevadas y banderas de la oración (praying flags), de forma que en algunos momentos el mal de altura se hace realmente insoportable. Eso sí, es maravilloso poder ver el país de esta manera, sus pueblos, sus casas, sus colegios, sus aldeas, sus vistas, su forma de vida. Una pasada.
Pastor visto desde la carretera, allá donde sí que crece algún pasto donde alimentar al ganado. |
Típica casa de cualquier pueblo tibetano |
Pasamos por el lago Yamdrok, un lago azul turquesa precioso salado a una altura de 4440 m que contrasta con los naranjas y ocres del paisaje desértico que le rodea. Se trata de uno de los 4 lagos más sagrados para los tibetanos, por lo que muchos aprovechan para peregrinar hasta aquí en algún momento de su vida. Como es de esperar, en su orilla se encuentran lugareños que buscan sacar beneficio del turismo tanto extranjero como local vendiendo piedras, collares o dejando que te hagas una foto con su yak.
El sagrado lago Yamdrok, a 4440 m de altura |
Llegamos a Gyantse, una pequeña ciudad que me gustó mucho porque era bastante rural y cuyo principal atractivo turístico es el monasterio de Pelkor con su kubum (conjunto de numerosas capillas en un mismo edificio). El problema es que, al ser tan turístico, te piden dinero por todo. Cada vez que sacas la cámara para hacer una foto te cobran y es algo que cansa bastante, así como tener a un guía que te explica cada detalle histórico de cada construcción... a mí no me gusta viajar así y por eso me acabo aburriendo porque en un lugar así es difícil interaccionar con los locales, que es lo que más me gusta. Pocos occidentales vimos fuera de Lhasa, la verdad, y es que los turistas que visitan Tibet son, sobre todo, chinos y los mismos tibetanos que peregrinan a estos monasterios y que pueden llegar a ser muy simpáticos y auténticos.
Hicimos noche en un hotel de Shigatse, algo que en principio no estaba en el plan de viaje pero que cambiamos según votación de los que íbamos en el tour para así aprovechar el día siguiente y levantarnos ya ahí y ganar un día para llegar antes a Nepal.
Día 5: Shigatse --> Shegar
Nuestro guía, Timle, nos dejó en el monasterio de Tashilumpo mientras él iba a hacer el papeleo para poder conseguir los permisos para entrar en el campo base del Everest.
Callejuelas entre las típicas casas tibetanas (blancas con ventanas enmarcadas en negro) dentro del monasterio de Tashilumpo, y es que los monasterios son como pequeñas ciudades. |
Disfruté como una enana, hice montones de fotos de los peregrinos que giraban (siempre en el sentido de las agujas del reloj) alrededor de las estupas y de las casas típicas tibetanas: blancas con ventanas enmarcadas en negro.
Peregrinas dando vueltas alrededor de estas estupas mientras entonan sus oraciones, van pasando las cuentas del collar y haciendo girar las ruedas de la oración que se ven a la izquierda de la foto. |
Había un Budha enorme que impresionaba, pero lo que más me gustó fue entrar en un pequeño templo donde me encontré con unos monjes cantando mantras, momento que aproveché para sentarme y meditar y sentir en mí esa energía ancestral que se está perdiendo en Tibet, el budhismo en su estado más puro, una sensación de paz y tranquilidad inmensas.
Me sentí muy feliz por sentirme LIBRE, sin las ataduras del tour, pudiendo comunicarme con los lugareños mediante sonrisas, fotos, bailes... sin que éstos pidieran dinero por todo. Me habría pasado el día allí, la verdad, pero... esto es lo que tiene ir en un tour, que no decides tú sino que te llevan y... tuvimos que partir.
Menuda suerte tuve! cuando vimos que habíamos superado el límite de velocidad y que íbamos a llegar demasiado pronto al siguiente "check point", nos vimos obligados a parar media hora en un restaurante de carretera. Entonces aproveché para perderme por la aldea que había, donde no habían visto jamás un turista occidental, y donde pude comunicarme (por gestos y hablando cada uno su idioma) con unas mujeres con las que hablamos de las arrugas, del daño que hace el sol a esa altitud, de los hijos. Una pasada. Una dulce y divertida señora incluso llegó a ofrecerme a su hija, para que me la llevara conmigo, pero la niña lloraba sin parar sin comprender que era una broma de la madre. Descubrí aquí que los tibetanos son dulces, amables, tranquilos, sonrientes y que hablan muy sosegadamente.
Mujer que conocí en la aldea y con la que hablé un buen rato, cada una en nuestro idioma, con su asustada hija que por un momento creyó que la llevaba conmigo a mi país. |
La familia que lleva el bar de carretera donde paramos por casualidad. |
Una aldea típica no arruinada aún por el turismo... en la que vi de cerca un poco de la dura vida de la gente rural. Un niño ayudando a su madre a secar los granos al sol y una señora recogiendo heces de vaca secadas al sol para usarlas como combustible para calentar las casas supongo porque todos tienen su horno solar, y es que las energías renovables son muy importantes en Tibet, porque hasta en una aldea como esta había farolas con paneles solares.
Madre e hijo lanzan los granos a una tela donde los dejarán al sol para que se sequen. |
Recogiendo las heces de vaca que, tras secar al sol, usan como combustible para calentar sus casas. |
Una vez pasado el tiempo de espera, comimos algo en el restaurante local y seguimos ruta, pasando por un pass de más de 5200 m donde aproveché para bailar entre las banderas de la oración, momento en el que un tibetano que ahí estaba intentando vender piedras y collares a los turistas salió corriendo a bailar conmigo y aprovechó para cogerme en brazos y soltarme un beso en la mejilla de manera traviesa, menudo descojone, la verdad.
Travieso lugareño que aprovechó para soltar un beso (en la mejilla) a la guiri que se bajó a bailar y fotografiarse junto a las banderas de la oración de este pass a más de 5200 m. |
Por fin llegamos a Shegar al atardecer, un pueblecito donde aproveché los últimos momentos del sol para hacer fotos a las mujeres que trabajaban en la construcción y que, al terminar su jornada laboral, se iban a casa en el carro que se acoplaba a un motor de tractor y saludaban con una sonrisa enorme al pasar.
De paseo por la carretera hasta la siguiente aldea me crucé con varios tractores-taxis y todos sus ocupantes sonreían y saludaban. Recorrí la aldea y me senté a meditar y una chica se me acercó y por señas me preguntó si tenía dónde dormir y cómo me llamaba. Son muy tranquilos, porque sonríen y se van, sin más. Allí vi un precioso y frío atardecer en el que los picos nevados de las montañas iban cambiando de color, acompañada del sonido de las ovejas y el tin-tin de los cencerros de los yaks y vacas.
El medio de transporte más habitual de aquí: el tractor. |
Las carreteras tibetanas están llenas de carros además de tractores. Ellos seguro que no sobrepasan el límite de velocidad de 40 km/h impuesto por el gobierno chino para evitar fugas del país. |
Día 6: Shegar --> Everest
Y, por fin, llegó el gran día. Despertamos pronto, expectantes, porque en esta época del año el tiempo es imprevisible y además según te acercas al Everest el tiempo puede cambiar sin previo aviso y dejarte sin la tan ansiada vista.
Y... tuvimos la suerte de nuestras vidas: sol, despejado y ni una nube! Así que íbamos con los dedos cruzados todo el camino, parando a hacer fotos cada 2x3 del Everest según nos íbamos acercando al campamento base (EBC) por si acaso el tiempo decidía de pronto tapar con nubes ese conocido pico.
Nos alejamos de la carretera principal ("The Friendship Highway") para conducir durante horas por unos caminos de arena y piedrecitas que cortaban el característico paisaje: llanuras interminables, ríos helados por los que corre el agua de glaciar, alguna aldea de 10 casas, algún pastor con su yak, alguna familia en busca de quién sabe qué... y, por fin, llegamos al check point del campamento base, donde nos pidieron los pasaportes con el permiso correspondiente y apuntaron nuestros nombres. Ahí se encuentra el monasterio de Rongbuk, el más alto del mundo a 4980 m de altura, donde conviven monjes y monjas aunque sean menos de 60 hoy en día comparado con los más de 500 que solía haber ahí.
Flipamos al llegar al EBC: tiendas de piel de yak negras colocadas en semicírculo en las que pasaríamos la noche justo frente a la montaña más alta del mundo (8848 m), el grandioso y peligroso Everest, donde cada año varios montañeros y sherpas pierden desgraciadamente la vida. Según nos contó nuestro guía, este año una avalancha se había llevado a 16 personas. Y es que el tiempo es totalmente impredecible ahí arriba. Y eso sin contar con los terremotos que han desolado tanto Nepal como Tibet en el 2015. Vaya tristeza.
Y, por fin, llegó el gran día. Despertamos pronto, expectantes, porque en esta época del año el tiempo es imprevisible y además según te acercas al Everest el tiempo puede cambiar sin previo aviso y dejarte sin la tan ansiada vista.
La imagen más famosa del pico del Everest, una suerte increíble que no lo taparan las nubes. |
Y... tuvimos la suerte de nuestras vidas: sol, despejado y ni una nube! Así que íbamos con los dedos cruzados todo el camino, parando a hacer fotos cada 2x3 del Everest según nos íbamos acercando al campamento base (EBC) por si acaso el tiempo decidía de pronto tapar con nubes ese conocido pico.
Nos alejamos de la carretera principal ("The Friendship Highway") para conducir durante horas por unos caminos de arena y piedrecitas que cortaban el característico paisaje: llanuras interminables, ríos helados por los que corre el agua de glaciar, alguna aldea de 10 casas, algún pastor con su yak, alguna familia en busca de quién sabe qué... y, por fin, llegamos al check point del campamento base, donde nos pidieron los pasaportes con el permiso correspondiente y apuntaron nuestros nombres. Ahí se encuentra el monasterio de Rongbuk, el más alto del mundo a 4980 m de altura, donde conviven monjes y monjas aunque sean menos de 60 hoy en día comparado con los más de 500 que solía haber ahí.
El check point donde te revisan los papeles para dejarte entrar al EBC |
Flipamos al llegar al EBC: tiendas de piel de yak negras colocadas en semicírculo en las que pasaríamos la noche justo frente a la montaña más alta del mundo (8848 m), el grandioso y peligroso Everest, donde cada año varios montañeros y sherpas pierden desgraciadamente la vida. Según nos contó nuestro guía, este año una avalancha se había llevado a 16 personas. Y es que el tiempo es totalmente impredecible ahí arriba. Y eso sin contar con los terremotos que han desolado tanto Nepal como Tibet en el 2015. Vaya tristeza.
EBC: Everest Base Camp. Un círculo de tiendas de piel de yak donde pernoctar. Mucho frío y muuuuucho mal de altura, pero unas vistas de flipar. |
Un autobús nos acercó al punto más alto al que dejan subir a los turistas, a 5200 m de altitud, donde las banderas de la oración decoran el famoso pico, lugar que aproveché para tomar mis fotos saltando y mis videos bailando... ejercicio que me costó muy caro, ya que la falta de oxígeno de ahí arriba me dejó completamente destrozada. No pude moverme durante horas, que las pasé tumbada dentro de la tienda tibetana, con un dolor de cabeza infernal y unas ganas de vomitar horribles que hacían un auténtico infierno del lugar que tanto tiempo llevaba queriendo visitar y que estaba a unos metros de mí pero no podía salir a disfrutar. Puf! qué mal lo pasé, la verdad, a punto estuve de pedir a los guías que me bajaran a un punto de menor altitud a pasar la noche porque nos contaron que por la noche por el frío helador era aún peor. Menos mal que el resto de compañeros de viaje se negó a bajar y tuvimos así que pasar ahí la noche.
Dejándome las últimas energías en saltar... me costó caro después porque pasé horas sin poder moverme de la tienda por el esfuerzo. |
El Everest con sus decoraciones :-) Las banderas de la oración que se baten al viento. |
El atardecer fue realmente espectacular: los últimos rayos de sol anaranjando la cara que nos mostraba el Everest y coloreando las nubes que por ahí flotaban de rosas, naranjas, morados... WOW, vaya momento, y menos mal que pude disfrutarlo metida dentro de un cubo de cristal que deben haber colocado ahí para poder resguardarte del helador viento que sopla y se te mete en los oídos y te hace temblar si no llevas la ropa adecuada.
Nuestro anfitrión cerca de la estufa que rellena con heces secas y NO, no huele a nada y calienta, que es lo importante. |
Cenamos en la tienda, lo que nuestros anfitriones tibetanos nos habían preparado de cenar en su modesta cocina. La verdad es que dentro de la tienda no hacía tanto frío (aunque teníamos que dormir con toda la ropa puesta y muchas mantas por encima) porque durante toda la noche se mantenía una estufa encendida que nos daba calor. Caímos rendidos pero a media noche nos despertaron con linternas la policía que al parecer viene a chequear que nadie se haya escapado esas horas y que todos los que estábamos en el coche siguiéramos en la tienda.
Con toda la ropa puesta y todas las mantas posibles, nos tapamos para pasar noche en la tienda donde hacía frío pero era soportable, porque echaban heces secas a la estufa de cuando en cuando. |
Aproveché que me despertaron para hacer uso de toda mi fuerza de voluntad y salir a hacer las fotos más bonitas de mi vida: La Vía Láctea sobre el Everest!!! cada foto fue un esfuerzo horrible, porque ahí estaba yo, delante de todas las tiendas, soportando el viento helador, aguantando más de 1 minuto por cada foto, jugando a prueba y error... debí pasar como 1h fuera de la tienda en mitad de la noche, fue furo pero precioso, un momento que recordaré siempre. Yo sola con la montaña más alta del mundo y nuestra galaxia decorándola. Uno de esos momentos que te hacen sentir viva.
Menuda suerte tuvimos, la verdad, porque tan sólo 1 semana antes estaba nevando a saco y los que hasta allá fueron no pudieron ver el Everest de las nubes que había, así que me siento súper afortunada.
Y con una sonrisa en la boca a pesar de estar muerta de frío y con mal estar por el mal de alturas, dormí las pocas horas que quedaban hasta el amanecer.
Día 7: Everest --> Nepal
El viaje a la frontera es largo y queríamos pasar a Nepal este mismo día así que salimos a las 7 am y llegamos a las 14 allá, pasando por altos pasos (de más de 5000m de altura) con espectaculares vistas para, poco a poco, ir bajando y descubriendo, de pronto, el VERDE que no hay en Tibet.
Aún recuerdo la carretera que llaman al infierno "road to hell", porque baja y baja en cerradas curvas que bordean un barranco altísimo, lleno de land-slides o corrimientos de tierra que cortan de cuando en cuando la básica y peligrosa carretera. Y, de pronto, apareció de nuevo el VERDE de la vegetación que no existe en Tibet y que cada vez más cubría las gargantas que bajábamos. WOW! qué pasada después de tanto desierto volver a ver árboles, selvas, ríos enfurecidos, cascadas... una maravillla.
Niebla sobre la "Road To Hell", árboles por fin! verde! nubes! qué cambio después de estar en la plataforma tibetana. |
Lo siento, pero me es imposible hablar de Tibet sin mostrar mi dolor ante su situación política. Uno de mis mayores deseos de visitar y conocer este país ocupado por los chinos desde 1950 viene precisamente dado por el miedo a que su cultura sea exterminada en breve. Y ese es un miedo que se confirmó durante mi viaje: Tibet está muriendo. Los chinos durante la ocupación destruyeron de miles de monasterios, esculturas, grabados, libros... además de dar grandes privilegios a los chinos que se mudaran a esta región para que, poco a poco, sean más que los tibetanos allí viviendo y cada vez haya más luminosos chinos y menos ancestrales templos. Educación, idioma, opresión de la cultura y del pensamiento, esas son las armas del gobierno chino que ha obligado a miles de tibetanos a arriesgar sus vidas para huir al extranjero donde intentan mantener su extremadamente rica cultura viva (escribo sobre ello aquí: Mac Leod Ganj, donde vive el Dalai Lama en el Norte de la India; y Bylakuppe, en el sur)
Curiosidades:
1) Los servicios públicos
Tanto en Tibet como en China, los baños públicos son de quedarte en shock. Y ya no es porque tengan un agujero en el suelo donde acuclillarte, porque eso me parece incluso más higiénico que la famosa taza occidental donde has de sentarte y quién sabe quién más se habrá sentado ahí o si la ha llenado de pis o algo peor. No, lo peor es que ellos no tienen ningún tipo de pudor ya que están acostumbrados a hacer sus necesidades juntos, por lo que como mucho encuentras un murín de separación entre un agujero y otro, pero SIN PUERTA, es decir, que cualquiera que entre te ve de frente ahí haciendo lo que tengas que hacer... Y, además, según nos íbamos adentrando en la zona más rural, los baños se iban cada vez volviendo más apestosos, ya que carecían de cisterna y, por tanto, la mierda se va acumulando bajo el agujero en inmensas montañas que da arcadas mirar, arcadas que a veces son inevitables por el asqueroso olor y la única forma de no vomitar es no respirar por la nariz.
2) Energías renovables
Flipé con el uso que hay de las energías renovables en todo el "país".
Había hornos solares por todas partes. Son como paraguas forrados de un metal reflectante de manera que en su centro se alcanzan grandes temperaturas que llegan a encender un cigarro en menos de 1 minuto. Hornos que vimos en cada casa tibetana, por muy rural que fueran, un avance increíble ya que así no tienen que buscar leña (que no hay a esa altitud) ni usar heces secas de vaca para cocinar.
Rústicas cocinas solares: la superficie reflectante móvil concentra los rayos de sol en el aro, calentando lo que ahí se coloque.
Aparato que se ve en cada casa de cada aldea para cocinar sin necesidad de comobustible alguno.
1) Los servicios públicos
Tanto en Tibet como en China, los baños públicos son de quedarte en shock. Y ya no es porque tengan un agujero en el suelo donde acuclillarte, porque eso me parece incluso más higiénico que la famosa taza occidental donde has de sentarte y quién sabe quién más se habrá sentado ahí o si la ha llenado de pis o algo peor. No, lo peor es que ellos no tienen ningún tipo de pudor ya que están acostumbrados a hacer sus necesidades juntos, por lo que como mucho encuentras un murín de separación entre un agujero y otro, pero SIN PUERTA, es decir, que cualquiera que entre te ve de frente ahí haciendo lo que tengas que hacer... Y, además, según nos íbamos adentrando en la zona más rural, los baños se iban cada vez volviendo más apestosos, ya que carecían de cisterna y, por tanto, la mierda se va acumulando bajo el agujero en inmensas montañas que da arcadas mirar, arcadas que a veces son inevitables por el asqueroso olor y la única forma de no vomitar es no respirar por la nariz.
Baño público "de lujo", con cisterna de la que sale agua y papeleras para tirar el papel que uses. |
El peor baño sin duda de todos, el del monasterio de Ganden: no creo que jamás haya sido limpiado y el olor es nauseabundo. |
Flipé con el uso que hay de las energías renovables en todo el "país".
Había hornos solares por todas partes. Son como paraguas forrados de un metal reflectante de manera que en su centro se alcanzan grandes temperaturas que llegan a encender un cigarro en menos de 1 minuto. Hornos que vimos en cada casa tibetana, por muy rural que fueran, un avance increíble ya que así no tienen que buscar leña (que no hay a esa altitud) ni usar heces secas de vaca para cocinar.
Rústicas cocinas solares: la superficie reflectante móvil concentra los rayos de sol en el aro, calentando lo que ahí se coloque.
Aparato que se ve en cada casa de cada aldea para cocinar sin necesidad de comobustible alguno.
Y también farolas con paneles solares en casi cada aldea, por muy rural que ésta fuera.
3) Turistas y regalos
Una de mis compañeras de viaje llevaba un cargamento de juguetes y caramelos para dar a los niños que nos íbamos encontrando... algo que parece un regalo inocuo, darles caramelos a los pobres niños, pero que en realidad hace mucho daño porque estos niños no están acostumbrados a los caramelos y les haces querer algo que no tienen, además, es malo para sus dientes y, lo que es peor, se acaban peleando entre ellos para quitárselos unos a otros. Yo es algo que aprendí hace tiempo en Laos, que no se debe dar nada a la gente que se visita y que si se quiere ayudar se debe ir al jefe del pueblo a ver qué necesidad pueden tener para que así la próxima vez que esta gente vea a un turista no le alarguen la mano y le pidan dinero a cambio de cualquier cosa. Nos quejamos de que pidan dinero por cada foto que se les haga, pero esto empezó así, con los primeros turistas que por "pena" y por sentirse mejor les dieron algo a cambio de tomarles una foto o de charlar un rato. Cuánto daño hace el turismo, de verdad, sin ser conscientes de ello y con buenas intenciones hacemos mucho más mal que bien.
Me despido con el mensaje más importante que traía a este viaje y que grito ahora con más potencia aún:
FREE TIBET
Cada farola con su panel solar, para así utilizar la energía del sol (que pega fuerte aquí arriba) para producir electricidad. |
3) Turistas y regalos
Una de mis compañeras de viaje llevaba un cargamento de juguetes y caramelos para dar a los niños que nos íbamos encontrando... algo que parece un regalo inocuo, darles caramelos a los pobres niños, pero que en realidad hace mucho daño porque estos niños no están acostumbrados a los caramelos y les haces querer algo que no tienen, además, es malo para sus dientes y, lo que es peor, se acaban peleando entre ellos para quitárselos unos a otros. Yo es algo que aprendí hace tiempo en Laos, que no se debe dar nada a la gente que se visita y que si se quiere ayudar se debe ir al jefe del pueblo a ver qué necesidad pueden tener para que así la próxima vez que esta gente vea a un turista no le alarguen la mano y le pidan dinero a cambio de cualquier cosa. Nos quejamos de que pidan dinero por cada foto que se les haga, pero esto empezó así, con los primeros turistas que por "pena" y por sentirse mejor les dieron algo a cambio de tomarles una foto o de charlar un rato. Cuánto daño hace el turismo, de verdad, sin ser conscientes de ello y con buenas intenciones hacemos mucho más mal que bien.
La niña con su nuevo regalo, el peluche que le dio mi compi de viaje y que, aunque no lo parezca, hace más daño que bien. Nosotros con nuestra mentalidad occidental: mírales, pobrecillos, les voy a dar un regalo, un peluche que le sirve de taaaaanto aquí arriba... sin darnos cuenta de que en realidad estamos satisfaciendo nuestra necesidad de sentirnos bien ante la pobreza en lugar de arreglar ningún problema que ellos puedan tener, es más, les estamos creando necesidades que antes no tenían además de una visión del occidental como dólar andante al que se le puede alargar la mano para pedir si se les ve de nuevo. |
FREE TIBET