Monday, January 30, 2012

Dakar II (Senegal)

06.01.12 - 08.01.12

Y al fondo, como siempre, el mar. Este es uno de los edificios de Camberén, uno de los encantadores pueblos que se alinean a lo largo de la costa norte de Dakar. Dos niñas esperan su turno en el centro médico de la ONG que fuimos a visitar.

Ni 5 minutos tardamos en llegar al aeropuerto desde el centro de Zinguinchor, un aeropuerto que es una miniatura y del que sólo salen vuelos internos con Senegal Airlines, típico avión de hélices que tan románticos parecen.

El vuelo nos descubrió, no los paisajes que esperábamos disfrutar, sino un manto blanquecino que cubre el país entero y que es el culpable de que los cielos aquí no sean casi nunca azules sino que siempre hay como una nieblecina en el ambiente que no es lo mejor para las fotos, la verdad.

"Black Justis" escrito sobre un muro de Camberén, uno de los pueblos de Dakar quizás un recuerdo del pasado cuando Senegal fue colonia francesa y la isla de Gorée, frente a la capital, fue uno de los centros de esclavos más importantes de África.

Pensábamos llegar a Dakar y coger un taxi que nos llevara directas a un hostal donde ducharnos y aprovechar así los 2 días que nos quedaban en Senegal, pero de pronto el italiano con el que compartimos parte del viaje nos ofreció llevarnos en el coche, con el que habían venido a buscarle 2 amigos suyos senegaleses, a un vivero local donde vendían baobabs que queríamos traernos a España. Oportunidad que no podíamos dejar pasar ya que es casi imposible encontrar en mitad de Dakar a alguien que sepa dónde comprar baobabs, pero que, como suele ocurrir con estas cosas, tornó el día en algo mucho más complicado de lo que habíamos esperado.

Todo son sonrisas y buenas intenciones, ya, pero no hay prisa, así que a pesar de que nos habían dicho que nos llevarían directamente a comprar el icónico árbol de "El Principito", les pareció más apropiado acercarnos primero a su centro médico, y es que resulta que trabajaban para una ONG italiana "Diritti al Cuore" que proporciona atención médica gratuita a las familias más necesitadas de la zona de Camberén.


Niños esperando su turno para el reconocimiento médico gratuito que les ofrece esta ONG italiana "Diritti al Cuore", en la cual trabajan voluntarios y cuya financiación es gracias a particulares así como al dinero que sacan organizando viajes con su pequeña agencia que tienen el piso superior.

Así que, como hay que ser flexible y estar preparado para cualquier cosa cuando se viaja y no aferrarse mucho a las ideas y planes que uno tiene, decidimos aprovechar y enterarnos un poco de lo que hacía la ONG, de cómo funcionaba y hacer fotos a las familias y hordas de niños que habían venido del colegio para que les recibieran los médicos.

Muy interesante la verdad, pero el tiempo pasaba, 10, 15, minutos, media hora, cuarenta minutos... y ahí nadie parecía acordarse de nuestro baobab... además que nosotras estábamos muy cansadas y muertas de hambre, así que poco a poco empezamos a impacientarnos y fuimos a buscar al encargado en cuya oficina por fin descubrimos que sus buenas intenciones ocultaban un motivo, como ocurre habitualmente, económico. El chico nos contó que la ONG se financiaba a través de una agencia de viajes que organizaba paquetes para los turistas en Senegal, lo cual no nos pareció mal y dado que queríamos ir a visitar la reserva que hay a unos 70km de Dakar pues por no tener que hacer todo por nuestra cuenta estábamos dispuestas a pagarles a ellos si la diferencia no era muy grande. Bien, pero el fallo del tipo fue intentar engañarnos, primero diciendo que la ONG sólo se financiaba con dinero de la agencia, cosa que sabíamos era mentira y segundo ¡¡¡haciendo las cuentas mal!!! pero bueno ¿se cree que somos tontas? ¿o qué? Así que defraudadas por sus falsas sonrisas, decidimos seguirle el juego y decirle que nos lo pensaríamos pero que antes debíamos comprar el baobab, a donde por fin nos envió acompañadas por un trabajador de la ONG.

Niños a la espera de su reconocimiento médico en la ONG "Diritti al Cuore", en el pueblo de Camberén, Dakar.

Según nos informó el tipo de la agencia de la ONG, el famoso vivero estaba al lado de su edificio... pero, tras caminar durante más de 1h bajo el abrasador sol del medio día, decidimos pillar un taxi a pesar de que Camberén es una zona super interesante, con una carretera asfaltada de la que salen callejuelas de arena que serpentean entre bajos edificios blancos. Ambiente de pueblo, una vez más, en el que me habría encantado perderme con las cámaras a inmortalizar imágenes, a charlar con los lugareños. Pero no podíamos más, así que fuimos al vivero y compramos unos cuantos baobabs por los que encima nos timaron porque luego los vimos en el aeropuerto a mejor precio. Ay, si es que no aprenderemos... total que tras esquivar varios intentos de acomodarnos en hostales de familiares o amigos de nuestro acompañante, decidimos ya desesperadas volver al VíaVía donde a eso de las 5pm nos dieron una habitación para nosotras solas con 5 camas.


Típico bus de Camberén, cuyas rutas debes conocer bien porque no hay paradas ni forma de enterarte a dónde van más que escuchando lo que gritan desde las abiertas puertas.

Qué odisea de verdad. Completamente rotas se nos ocurrió la feliz idea de ir a descansar a la playa de Yoff... ¡ingenuas de nosotras! no nos dimos cuenta de que era un viernes por la tarde y observamos asombradas como la playa se llenaba de lugareños que vienen a ponerse en forma, de manera que por todas partes hay chicos corriendo, jugando al fútbol o entrenando duro bajo el calor del sol. Por lo que se convierte en un lugar de imposible descanso, ya que constantemente se acerca alguien a charlar y da igual que digas que estás cansada y quieres dormir, porque aunque el interpelado se retire, otro vendrá a ocupar su lugar 2 minutos más tarde, así que nosotras optamos finalmente por irnos a dormir al hostal.pero se había llenado de gente haciendo deporte y decidimos volver al hostal a descansar antes de quedar con unos amigos de mi compi de acrobacias Libass, de Senegal, que me iban a dar un paquete para él y nos iban a sacar de fiesta además.


Las playas de Yoff se convierten en gimnasio improvisado los fines de semana, donde los lugareños aprovechan el aire libre para ponerse en forma con toda clase de ejercicios. Espectáculo bastante agradable de ver, la verdad, sobre todo teniendo en cuenta los cuerpos tan increíbles que tienen los senegaleses, un placer para la vista, el paraíso para cualquier artista.


¡¡¡La famosa noche senegalesa!!! Cuando aparecieron los amigos de Libass en el hostal, nos descojonamos, y es que eran unos chicos muy jóvenes, que no hablaban ni patata de inglés ni casi francés pero que se comunicaban perfectamente por gestos y que eran de lo más cool que he visto en mi vida: pantalones ajustados, llamativas camisas, gorros, americanas... un encanto de chicos, la verdad, que nos llevaron a Le Madison, una disco en Dakar donde se baila Mbalax, el típico baile senegalés del que ellos son profesores.


Amigos de mi compi de acrobacias, Libass, que vinieron a darnos un paquete que su madre había preparado para ese hijo que dejó este país para buscarse un futuro mejor en España, donde está ilegal por lo que lleva ya varios años sin ver a sus amigos ni familia. Encantadores y super cool sus amigos la verdad, con los que pasamos unas buenas risas a pesar de no hablar ningún idioma común.

Total que pasamos la noche flipando en la disco, donde había muchos chicos y pocas chicas, las cuales iban super arregladas con unos vestidos increíblemente cortos y unos cuerpazos que quitan el hipo, pero que no se movían mucho, sino que más bien se sentaban a esperar que los chicos las intentaran conquistar con sus bailes y se acercaran a hablar. Los chicos por otro lado iban todos vestidos para triunfar, no he visto más gente cool en mi vida: sombreros, zapatos, gafas de pasta, pantalones pitillo... todo adornado con brillantes secuencias y colgantes. Había música en directo, cuyo ritmo era de lo más difícil de bailar que jamás he escuchado, y eso que intenté aprender con los profes que hasta allí nos habían llevado, pero de verdad que la cosa era una mezcla entre ritmos africanos y occidentales a los que bailaban rollo breakdance, algo inexplicable, de verdad.

Total que un show de flipar, una noche inolvidable, en la que, a pesar del cansancio que teníamos, disfrutamos del espectáculo como si de una peli fuera.


Bailando en "Le Madisson" el Mbalax, típico baile senegalés super difícil de aprender incluso con unos profes como los que teníamos: bailarines profesionales que se dedican además de dar clases a bailar en las discos de Dakar toda la noche ¡¡¡sin beber nada!!! ya que, como son musulmanes, no ingieren alcohol y mantienen el ritmo durante horas gracias a los cafés que vende un puesto ambulante en la puerta.

Al día siguiente dejamos de lado todos los planes de visitas y nos fuimos a la isla de N´Gor de nuevo, a disfrutar relajadamente de nuestro último día en Senegal. Allí nos tumbamos en la playa, comimos como reinas y charlamos hasta que tuvimos que marchar y es que antes de que anocheciera quería yo visitar el pueblo de N´Gor de día, pero según nos acercamos a éste cometí el fallo de bailar con unos niños en la playa, lo cual hizo que de pronto veinte o treinta más empezaran a seguirme bailando y gritando como locos. Me recordó al flautista de Hamelín, jajaja, yo andando por la playa rodeada de una masa de niños que querían salir en mi cámara y cantaban y bailaban el famoso Yussa.


Niñas de la playa de N´Gor bailando el famoso Yussa, el hit de Senegal que tanto adultos como niños bailan en cualquier lugar del país y que, para ser sincera, tiene algunos pasos un poco subiditos de tono, en los que los que bailan se tocan los pechos y la entrepierna.

Así que abortamos todos los planes para sentarnos en un barcito a tomar una birra y comer un bocata antes de volver al Vía Vía donde los simpáticos dueños nos habían guardado las mochilas todo el día y además nos dejaban ducharnos y cambiarnos de ropa antes de coger el vuelo que salía a las 3 de la mañana. Aprovechamos para sentarnos con nuestros bocatas en la calle principal de Yoff, donde nos sentimos muy cómodas porque nadie nos perseguía ni molestaba ni quería hablar con nosotras a no ser que nosotras iniciáramos la conversación, algo que a veces es difícil en este país.

Y, a la 1 am, salimos con una pareja holandesa en taxi al aeropuerto, donde nos timaron de mala manera. Una pena, pero suele ocurrir así, que los buscavidas se juntan en los aeropuertos, donde debido al cansancio tardé unos segundos en darme cuenta de que al cambiarme las sobras a euros habían utilizado una calculadora trucada, segundos en los que mi timador ya había huído corriendo entre la multitud y no tuve forma de, a pesar de mis gritos, encontrarle de nuevo. En fin, que eso me pasa por estar cansada y levantar la guardia, pero es que como en Senegal en general no habíamos tenido ningún problema la verdad es que ni me lo esperaba.

Pero no logró amargar mi recuerdo este incidente, no, sigo pensando que Senegal es un país maravilloso, lleno de gente sonriente, afable, con ganas de ayudarte, donde no te suelen robar, donde quizás a veces se pongan un poco pesados, pero no llegan a agobiarte, te respetan siempre y donde la vitalidad de la gente es envidiable. Un lugar que recomiendo y al que me gustaría volver.


Jugando con los niños de la playa de N´Gor, uno de los muchos recuerdos que me llevo de este increíble viaje a este maravilloso país.

Curiosidades:
Las mujeres de este país se atan los niños a la espalada con un trozo de tela de manera que, aunque parezca imposible, estos no se les cae nunca. No sabíamos muy bien si esto se debe a que en general el culo de las lugareñas es bastante respingón o si era debido a una forma especial de atar a los mismos, así que ni cortas ni perezosas aprovechamos para preguntarle a una señora que conocimos en la calle que nos mostrara cómo funcionaba el invento.


Abuela y nieta, unidas como ocurre hasta los 2 o 3 años por un trozo de tela que hace que la mujer pueda trabajar sin problema acarreando bien cerca a su bebé, que puede así sentir el calor y la seguridad de su madre o abuela.


Saturday, January 28, 2012

Diembéring, Casamance (Senegal)

04.01.12 - 06.01.12

Más feliz imposible: invierno, sol y playas kilométricas totalmente desérticas, esto es Diembéring, un lugar precioso y muy tranquilo en la Casamance.

Por fin terminó la huelga de transporte y pudimos por primera vez hacer uso de un bus local para llegar a nuestro destino siguiente, un viaje de los que más me gustan, en una especie de furgoneta con asientos en los que se amontonan los lugareños, felices todos de poder volver a moverse tras estos días de huelgas: charlas, risas, trasiego de dinero y... colores, muchos colores, ya que el bus estaba lleno de mujeres ataviadas con los típicos trajes estampados africanos de falda larga y camisa ancha a conjunto con un fular en el pelo que tan bien saben colocarse y que tan elegantes las hacen.

Coloridos lugareños en el bus local, una furgonetilla algo desvencijada que llenan con sus charlas y risas y el continuo trajín de dinero de mano en mano, de atrás a delante, para pagar el viaje.

Un gusto poder avanzar sin tener que depender del transporte privado, y no sólo por la diferencia en precio, sino por el placer de viajar con los locales. Así llegamos, por una estupenda y recién asfaltada carretera, a Cap Skiring, cuyas playas atraen al parecer a los turistas occidentales por lo que su única calle ofrece a ambos lados bares, restaurantes, internet y tiendas. Pero nosotras tan sólo la vimos de pasada ya que cambiamos a un Sept-Place que nos llevaría a Diembéring, lugar de playas aisladas de
cuya belleza se habla en alguna canción africana.

¡Vaya par de chicos "cool"! No, no son mafiosos, sino que su trabajo es en realidad el de llevar cuenta de los diferentes coches (sept-place) que van llegando y dónde van en una pequeña libreta donde apuntan todo. Aunque parezcan muy serios en la foto, lo cierto es que no pararon de hacernos bromas desde que llegamos.


Calle principal de Cap-Skiring.

Así que, tras un rato de espera a que se llenara el coche, nos lanzamos por un camino de tierra roja cuyo polvo se metía por todas partes para, media hora más tarde, llegar a Diembéring en cuya plaza principal se nos hizo en seguida un corro de niños, que casi matan a Miriam cuando la pobre sacó unos plátanos para repartir... casi mejor no sacar nada si no se tiene para todos porque sale lo peor de ellos y no es algo agradable de ver y eso que nosotras somos super cuidadosas y nunca damos nada a los lugareños para no crear el hábito en ellos de pedir, ni siquiera damos caramelos a los niños, cosa muy común en algunos turistas que no se dan cuenta de que están en realidad haciendo más daño a largo plazo que otra cosa, pero pensamos que un poco de fruta quizás nos les vendría mal. Error. No hay que dar nada.

Los niños que nos rodearon nada más bajarnos del taxi en la "plaza" principal de Diembéring: recelosos al principio, divertidos después y, finalmente, cariñosos.


En fin, salimos de la plaza y del centro del pueblo para ir en busca de algún campament a la orilla de la playa y es que, como parece habitual en Senegal, a los lugareños no les gusta construir sus pueblos al borde del mar sino un kilómetro o así tierra adentro. Un compi de viaje nos hizo el favor y nos condujo, tras pasar por el pueblo y hacer un pequeño alto en su casa, a través de los preciosos paisajes que hacen famoso a Diémbering: inmensas ceibas, águilas, pájaros de vivos colores, ganado, arrozales y dunas y más dunas que por fin, van a dar a la playa.
Allí nos llevó a un albergue de una española (Lula) que dejó toda su vida en Barcelona para venirse hace 8 años a vivir a Senegal, donde alquiló y reformó una casa al impluvium cuyas habitaciones alquila a los pocos turistas que hasta aquí llegan. Pero un belga que allí vivía nos llevó al campament de al lado que era muy básico pero más barato todavía: baños fuera, sin agua corriente, ducha con cubo del pozo y, carente de electricidad, lo cual suplían dándote unas románticas velas.

El campament más barato del lugar, muy, muy básico: en lugar de luces había velas, el baño por supuesto estaba fuera de la habitación y había un cubo a llenar de agua al lado que hacía las veces de cadena y en lugar de ducha se sacaba agua de un pozo que podías tirarte por la cabeza. Pero... realmente no necesitabas nada más.

El paraíso, de verdad, no porque sea de una belleza caribeña, no, sino porque hay kilómetros y kilómetros de playa desierta, flanqueada por pinos, enormes olas, ni un turista (y eso que, como nos dijo el belga, estábamos en temporada alta) y un solo negocio en toda la costa: un pequeño bar que construyó a base de ramas y hojas de palmera el simpático FouFou, un tipo muy vital e infantil, que era en realidad de Guinea, país que abandonó dejando atrás a su familia en busca de aventura y un futuro mejor, encontrándose en su camino con un señor mayor holandés a quien llama "papá" ya que llevan juntos unos 10 años.

FouFou, una de las personas más positivas que conocimos, siempre sonriente y con una vitalidad infantil envidiable.

Y aquí tienen ahora su vida la extraña pareja, en este negocio que han levantado entre ambos y único lugar donde comprar algo en esta remota playa, desde el desayuno hasta las cervecitas de la noche. Siempre sonrisas, siempre feliz, FouFou, que significa loco, ya que, como él mismo dice con orgullo, es un loco de la vida, un loco de la música; él mismo construye sus instrumentos típicos africanos y sus manos están llenas de cayos, tantos que ya no siente ni la llama del mechero, cayos que le han salido de tocar incesantemente el djembé, al que llama su "bebé", su único hijo, el único que quiere.



El "negocio" de FouFou, construído con sus propias manos, como nos explicaba él con gran orgullo: ramas de palma, maderas, una cocinita, algún adorno y muchos tambores; FouFou no necesita más para ser feliz. Su "papá" (un holandés que le ha "adoptado") duerme en la tienda de campaña.

En este rincón aislado pasamos los últimos días en la Casamance, acompañadas de FouFou y su padre adoptivo y de los 5 lugareños que allí trabajan y que venían al bar a hacernos compañía y cantar y beber al ritmo de los tambores del eterno niño. No echamos de menos la ducha, ni la luz eléctrica, ni la cadena del wáter, ni las tiendas, teníamos todo lo que necesitábamos: compañía, música y muy buena comida, porque FouFou, además de músico, es un increíble chef que nos preparó los mejores pescados que hemos comido en Senegal, recién sacados del mar, en la hoguera, con sus patatitas y salsas y con los cangrejos más grandes y deliciosos que he comido jamás. De verdad que eran ¡¡¡más grandes que mi cara!!! una pasada.

¡Esto es vida! tumbadas en la playa, se nos acercan FouFou y su amigo para mostrarnos los peces recién sacados del mar (¡aún coleaban!) y que eligiéramos uno para la cena.

Pero todo lo bueno se acaba cuando se va con el tiempo justo, así que tuvimos que dejar Diémbereng y su relajado modo de vida, atrás quedó la tranquilidad de sentir que la playa era nuestra, que el tiempo se detenía, que podíamos leer o escribir sin las 200 interrupciones de los chicos que pueblan otras playas. Enorme contraste con CapSkiring, a donde llegamos de nuevo en un taxi que cogimos en la plaza del pueblo y donde de pronto otra vez volvían los saludos, las sonrisas, las charlas, el de dónde vienes, qué haces, cómo te llamas, te doy mi número de teléfono, mi mail... etc, un shock de vuelta a la realidad, paso intermedio para, de nuevo en Sept-Place, llegar unas 2h más tarde a Zinguinchor, donde, tras varios fracasos, logramos encontrar un hotel barato en el que pasar la noche y volar al día siguiente, bien de mañana, a Dakar.

Unos de los muchos que se acercan a hablarte constantemente en Cap-Skiring. Curiosa la camiseta del actor secundario Bob, ¿no?, pues no, por todo el mundo hemos encontrado camisetas y banderas tanto del Barsa como del Real Madrid, al parecer dos de los equipos más famosos y con mayor afición repartida por el mundo.



Estación de Sept-Place de Cap-Skiring: se puede elegir entre una TV a todo volumen que muestra sin parar pelis en francés, idioma co-oficial de Senegal; o un puesto de comida para llevar.

Curiosidades:
Cuando vimos el teléfono de este chico, no pude resistirme: ¡¡¡un vintage!!! se trata de uno de los primeros móviles que sacó Nokia al mercado, el 5110, y que hoy en día resulta ridículo por su enorme tamaño y su gigantesca antena que sobresalía en un lateral. Bien es cierto que aún no estaba de moda la "obsolescencia programada" ya que estos teléfonos aguantaban de todo, incluídas caídas a la taza del water, como demuestra el hecho de que siga funcionando hoy, más de una década después.

Nokia 5110, una década después.




Thursday, January 26, 2012

Aventuras en Oussouye y alrededores - Casamance (Senegal)

02.01.12 - 04.01.12

Unas niñas encantadoras que nos rodearon en M´Lomp, uno de los pueblecitos de la Casamance, nada más bajarnos de la moto que habíamos alquilado y que en seguida se pusieron a bailar con nosotras.

Tuvimos suerte porque, cuando quisimos dejar Abéné para seguir camino, nos encontramos con una huelga de transporte público en protesta por el aumento del precio del petróleo, menos mal que Tombo nos solucionó el problema, consiguiéndonos un coche privado a compartir con unos simpáticos músicos que habían venido a tocar al festival y que debían llegar a su siguiente concierto en la capital de la Casamance: Zinguinchor, único lugar donde comprar los billetes de barco que, de nuevo, estaba completo... tras una interminable gestión de 1h y 45 minutos, por fin la agencia de viajes a la que nos acercamos logró conseguirnos los últimos billetes de avión a Dakar. Sí señor, los 100 euros que he pagado más a gusto en mi vida, porque ya temblaba pensando en volver a subir con el Sept-Place y perder, de nuevo, 2 días de viaje de los que, desgraciadamente, no disponíamos.


Tombo, el gerente o encargado del campament de Abéné que fue en bici al pueblo para buscarnos alguna forma de ir a Zinguinchor que no nos saliera tan cara como alquilar un coche privado nosotros solos.

Ya atardeciendo, con la tripa rugiendo de hambre y sabiendo que no habría transporte público en unos días por lo menos, logramos convencer al pobre conductor de que en lugar de regresar a Abéné nos llevara, tras invitarle a comer-cenar en Zinguinchor, a Oussouye, a donde por fin llegamos ya bien entrada la noche y donde el pobre conductor hubo de pernoctar también.

Oussouye aparece en las guías como la principal "ciudad" de la Basse de Casamance, nos encontramos sin embargo con una pequeña población bastante tranquila cuya importancia se debe a que en ella vive el querido rey Diola. Tuvimos la suerte de alojarnos en un campament de típicas casas "al impluvium" que era barato y que además lo llevaba una extensa familia con 2 de cuyos hijos pasamos largas horas hablando y es que además de yola (lengua materna), wolof (lengua de la televisión y radio) y francés (lengua oficial aprendida en la escuela y utilizada por políticos y algunas cadenas de TV).... ¡¡¡sabían español!!! así que aprovechamos para compartir unas cervezas (no eran musulmanes ellos, como la mayor parte de los chicos senegaleses, sino animistas) e informarnos con detalle de su forma de vida.

Casa "al impluvium" típica de la Casamance; edificio bajo de adobe de forma circular en cuyo centro se abre el tejado de paja para recger el agua en la época de lluvias y para observar las estrellas en la época seca.


Aunque ellos se consideraban hermanos, eran en realidad primos, pero es que aquí las familias crecen muy unidas y es difícil enterarse de los lazos que se establecen entre todos sus miembros. Y es que el padre de nuestro campament tenía 3 mujeres y un total de... ¡¡¡16 hijos!!! Wow! Es un lío, porque en la región hay una mezcla de religiones: musulmana, católica y animista, y cada cual elige la que más le gusta o conviene y se casa con quien quiere sin importarle la religión de la que sea, pudiéndose cualquiera cambiar de religión también cuando le parezca oportuno. Muchos hombres son musulmanes, supongo que porque la ley les permite así casarse con tantas mujeres como puedan mantener, eso sí, parece que las mujeres están en general contentas con el acuerdo ya que las esposas suelen compartir vivienda y amistad, aunque supongo que habrá casos en los que no será todo tan de color de rosa... claro que la monogamia es algo cultural, por eso nos resulta tan chocante a los occidentales, lo único que me gustaría a mi como mujer es que también se diera la poligamia femenina, pero eso, claro, es difícil ya que en África una mujer no suele traer el dinero a casa por lo que no podría mantener a varios maridos.


La sonrisa de este niño nos esperaba por la mañana, no sabemos si sería el vecino o parte de la extensísima familia de nuestro campament.

Conversando sobre el tema de la poligamia nos enteramos de que hay en Senegal un papel que algunas mujeres firman al casarse donde eligen si aceptan o no la posible poligamia de su recién marido. Parece muy moderno, sí, pero al parecer pocas mujeres lo firman y además aunque lo hicieran si el marido pasados unos años cambia de opinión, puede anularlo y casarse de nuevo de acuerdo con la ley divina y aún en contra del deseo de su primera mujer.

Ignoramos el cántico de los gallos al amanecer y despertamos más bien tarde para lanzarnos a la AVENTURA total: queríamos ir a ver los pueblos de los alrededores e incluso llegar a Point St George, un precioso lugar en el delta del río... pero nos encontramos con la huelga de transporte. Así que, para ganar tiempo, en lugar de alquilar bicis para recorrer la zona, nuestros amigos nos ayudaron a conseguir una "yakarta" o scooter cutre con la que nosotras nos creímos capaces de llevar a cabo nuestro, como más tarde descubrimos, imposible plan.


La famosa "yakarta" que nos alquiló un amigo de los chicos que llevaban nuestro campament y con la que, ilusas de nosotras, pretendíamos hacer algo similar al París-Dakar.


Moto, carretera y viento en la cara. Realmente es una de las formas de viaje que más me gustan, me siento libre porque elijo donde voy y cuándo parar, una auténtica pasada. Tras cruzarnos con algún que otro baobab por el camino y parar a observar algún que otro impresionante termitero, llegamos a M´Lomp, donde paramos a hacernos alguna foto con la gigantesca ceiba que anunciaba la guía (en este país los árboles son enormes) y en seguida se nos hizo un corro de niños alrededor con los que acabamos bailando el hit de Senegal: ¡¡¡el Yussa!!! que después descubrimos en las discotecas de Dakar.

Niños con los que bailamos en M´Lomp el famoso "Yussa" que hace furor en Senegal y que, sinceramente, es bastante difícil de bailar. En él se juntan ritmos africanos, tambores, cánticos y movimientos repetitivos, algunos de los cuales bastante... sensuales.


Tras pasar M´Lomp seguimos hasta Kañut, donde, ni cortas ni perezosas, seguimos las indicaciones de los lugareños y dejamos la carretera para adentrarnos en lo que parecía un campo algo arenoso... menos mal que un chico salió corriendo tras nosotras porque al parecer íbamos en dirección equivocada. Claro, no sé cómo a nadie se le ocurrió decirnos que podíamos llegar solas a ese lugar, ya que a pesar de que nos separaban menos de 9 km de Point St George, no sólo no había ningún tipo de indicación ¡es que no había siquiera un camino que seguir! es más, lo único que había eran marcas de ruedas de algún 4x4 (que es como se llega a este lugar) cruzando lo que de pronto nos recordó al famoso rally París-Dakar... arena, arena y más arena, la cual truncó la buena intención de nuestro amigo, que pretendía llevarnos a las 2 con la moto hasta nuestro destino, pero tras numerosos derrapes y caídas el chico nos explicó por signos la mejor opción: dejar a una ahí y hacer 2 viajes. Total que nos pareció bien, porque veíamos que los 3 en la moto era imposible, y al fin y al cabo sólo quedaban unos kilómetros por delante... JAJAJA yo fui la afortunada en viajar primero y tardamos como 1h y cuarto en cruzar la auténtica sabana africana, por cuya arena crecían algunos arbustos, árboles chiquititos y altas hierbas por las que pastaban las flacas vacas con las que nos cruzamos en plan postal africana. Una pasada de paisaje, la verdad, que se debe disfrutar un montón en un 4x4 pero que no se puede apreciar en todo su esplendor en la moto en la que tienes que ir agarrado con todas tus fuerzas para no caerte según va derrapando, agachando la cabeza para no comerte alguna que otra rama y rezando para que no se te hagan demasiados arañazos en las piernas... juas juas juas, vaya odisea.


Una de las pocas cabañas que hay en la aldea de Point St George, donde la gente es muy tranquila y vive bastante aislada del mundo.

Pero no, aquí no acaba todo. LLegué al famoso Point St George y me encontré con una pequeña aldea a la orilla del delta donde en seguida unos cuantos lugareños me acercaron a la casa de una chica que al parecer me podía dar algo de comer y donde los pocos turistas que deben venir por aquí parece que pueden alojarse si así quieren hacerlo. Pues allí me quedé, esperando a que llegara Miriam para comer juntas y dar una vuelta por el precioso delta, un lugar de verdad bonito que merece la pena visitar, ya que al parecer es un santuario de manatíes, aunque no los vi pero lo que sí que pude ver fueron los delfines pasando por el río, qué maravilla.

El delta de Point St George, por donde pudimos ver algunos delfines que cruzaban el río al atardecer, pero me quedé con ganas de observar a los manatíes. Otra vez será.

Ya estaba yo maquinando cómo volver a Oussouye (una pena no poder quedarnos a dormir ahí después de todo pero teníamos que devolverle la moto al amigo de los del campament antes de las 19) sin tener que hacer ese mismo viaje infernal de vuelta y conseguí por signos (porque aquí nadie hablaba inglés) que me explicaran que podíamos llegar hasta M´Lomp en canoa ¡¡¡incluída la yakarta!!!. Poco me duró la felicidad, porque de pronto recibí una fatídica llamada: ¡¡¡la moto se había quedado sin gasolina!!! ¡¡¡en mitad de la sabana!!! ¡¡¡ahhhhhhhhhhhhh!!!
Total, que por signos de nuevo y ayudada con mis dotes pictóricas, conseguí comunicarme con los lugareños, explicarles la situación y comprender que en Point St George no había coches, que tampoco había gasolina y que la única solución posible era la de ir a buscar a unos chicos que parecían trabajar en algo oficial allí y que tenían una moto buena para este terreno.



Los amabilísimos guardas que tenían la única forma de transporte en todo Point St George, una moto que pusieron a mi disposición, con conductor incluído, para ir al rescate de mi compi.

¡Puf! Adios a Point St George, me subí en la moto con mi nuevo guía para ir a salvar a mi amiga de su calvario (llevaba la pobre horas perdida en medio de la sabana): velocidad, viento, felicidad... hasta que, de pronto, me doy cuenta de que ¡¡¡se me ha caído la cartera!!! ¡¡¡con todo dentro!!! ¡¡¡EN MITAD DE LA SABANA!!! ¡¡¡¡joder!!!! casi desespero, porque claro dimos la vuelta unos metros con la moto pero allí no hay caminos, sólo marcas de ruedas en diferentes direcciones y no sabíamos cuáles eran las nuestras. Así que mi compi me explicó, por signos, que era mejor dejar ahí la moto y buscar a pie, cada uno por un lado, caminando hacia Point St George, rastreando las diferentes marcas de ruedas que había.... un auténtico infierno la verdad.

Preciosa niña que se dedicó a bailar como loca el Yussu de camino a Point St George.


Fue uno de esos momentos en que sabes que lo que intentas es IMPOSIBLE ¿cómo encontrar una cartera en mitad de la sabana africana? pues igual de difícil que una aguja en un pajar. Así que me relajé y me acordé de un libro que leí hace tiempo, "Viaje a Itxlan" de Carlos Castaneda, en el que un antropólogo americano se convierte en estudiante de un "brujo" mexicano en el desierto de Sonora, y una de las enseñanzas de Don Juan consistía en correr con los ojos cerrados por el desierto dejando que la mente te lleve y evite los peligros. Bien, pues eso decidí, dejarme llevar por mi instinto, dejar de buscar y escuchar la llamada de mi cartera. Ya sé que esto suena raro, pero era IMPOSIBLE encontrarla sobre todo porque ya se estaba anocheciendo, así que dejé de buscarla y decidí que era mejor dejarme llevar hasta ella. Y llamé a Gabriel (que así se llamaba mi guía) para dar media vuelta y regresar hacia donde habíamos dejado la moto con la confianza de que la cartera estaría allá donde me llevara su energía.... y, justo cuando sentí que era el lugar adecuado, miré al suelo y.... ahí estaba. Para fliparlo de verdad. No digo nada más, pero fue un momento mágico que sólo el que conozca la infinidad del lugar puede comprender: la cartera me encontró a mi.


Mi conductor y salvador, Gabriel, que no sólo me llevó a por gasolina para rescatar a Miris de pasar la noche en mitad de la sabana, sino que además rastreó las huellas de motos durante más de media hora en busca de mi cartera perdida que, cuando estaba a punto de desesperar, encontré utilizando los métodos poco ortodoxos aprendidos en el libro de Castaneda.


Así que feliz cual perdiz monté de nuevo en la moto y, ya de noche, dimos por fin con las luces intermitentes de la yakarta. Miriam, desesperada de pasar el día en mitad de la nada, se fue con Gabriel en busca de gasolina, quien volvió con ésta al cabo de una media hora, mientras el chico ilumiado por la intensa Luna, empujaba la pesada moto por las arenas de la sabana y me contaba su dura vida: con 19 años estaba estudiando en la escuela pero los fines de semana tenía que trabajar en la construcción para pagar sus estudios y ayudar a su madre ya que su padre murió hace años y además tenía una hermana discapacitada (es bastante común en esta zona ver a gente con problemas al andar, en las piernas o pies). Un chico al que quisimos invitar a una cerveza que rechazó por ser musulmán y al que recompensamos con el salario de 2 días de trabajo en la construcción (a pesar de que no solemos dar dinero) por su incalculable ayuda durante todo el día, y es que sin él habríamos pasado sin duda a formar parte de los titulares de los periódicos internacionales: se busca a dos blancas irremediablemente perdidas en mitad de la sabana.

¿Día gafe? O no, porque aunque se torcieron mucho las cosas y no conseguimos llegar a disfrutar de Point St George ni visitar la mitad de los pueblos que queríamos, todo salió bien y no hubo ningún percance. Así que en realidad llegamos contentas al campament, donde, como colofón, me habían sacado, sin aviso ni permiso, todas las cosas de mi habitación para meterlas en las de Miriam: mi ropa, mis cámaras, mis tarjetas de memoria.... joder no es que vayan a robarte nada, porque son super honestos de verdad y no lo hacen, pero no me hace mucha gracia que toquen mis bragas.... pero, ante nuestro enfado, ellos, con una sonrisa en la boca, respondieron ESTO ES ÁFRICA.
La habitación de Miris, donde encontré todas mis cosas al llegar de la aventura ¡Me habían mudado sin siquiera preguntar! cambiando todas mis cosas de sitio... Y no, no es que seamos millonarias y prefiramos dormir cada una en una habitación, no, es que extrañamente en Senegal te cobran por persona y no por habitación, así que sale igual de caro dormir en una habitación tú sola que compartirla.



Curiosidades:

Como en todo Asia, la gasolina se compra en botellas que te venden en alguna tienda y que amablemente te sirven sin preocuparse de fumar sobre la misma...

Llenando de gasolina nuestra "yakarta"... o eso nos dijeron, claro que cuando nos quedamos tiradas en mitad de la sabana nos dimos cuenta de que no hay que fiarse cuando te dicen que seguro que con ese poco llegas donde quieres ir, más nos valdría haber llenado el depósito entero.












Tuesday, January 24, 2012

Abéné - Casamance (Senegal)

30.12.11 - 02.01.12

Playa de Abéné, cuya fama quizás sea exagerada ya que no se trata de una playa del Caribe, pero donde disfrutamos de unos momentos inolvidables, descansando al sol del invierno español.

Famoso en el mundo entero por su festival de música africana que tiene lugar la última semana del año y al que acuden músicos y turistas de todo el mundo pero, sobre todo, africanos. Abéné es un encantador pueblecito playero de extraña disposición: un largo camino de rojiza arena que discurre perpendicular a la playa y en cuyos laterales se construyen las casas de manera que tan sólo unas pocas se encuentran cerca del mar.

¡¡¡ÚLTIMO DÍA DEL AÑO!!!

Y qué mejor que pasarlo en Abéné, donde despertamos al sonido de los pájaros y los djembés, cuyos ritmos trae el viento desde el centro del pueblo de manera que se van poco a poco silenciando según te acercas a la playa. ¡Qué pasada! 31 de diciembre y arena, playa, sol, mar... Y no es que la playa de Abéné sea magnífica, no, no es de esas playas paradisiacas de postal, para nada, pero viniendo del frío invierno es un auténtico lujazo.

Preciosos atardeceres, kilómetros y kilómetros de playa donde poder pasear.

Así que pasamos el día descansando del duro viaje del día anterior: tumbadas al sol, leyendo y jugando con las olas... ¡menuda felicidad!. Eso sí, cada ratito se nos acercaba un grupo de chicos a saludar, muy majos todos, pero en cuanto venían a hablar con nosotras salía el del bar a echarles o se sentaba Karim a nuestro lado en plan guardaespaldas a espantarles. Al principio me pareció algo raro e incluso me mosqueé, porque no entendía por qué tenía él más derecho que los demás a estar ahí con nosotras, ni cómo osaba a echar a los que se acercaban... pero después he ido comprendiendo cómo funcionan los senegaleses y resulta que se pueden poner algo pesados, por eso el del bar echa a los que supuestamente pueden molestar a las extranjeras para que éstas puedan descansar en paz. Y Karim... bueno pues supongo que se sentía con más derecho que el resto porque había entre nosotros una cierta "amistad".

Karim y Alí, nuestros amigos e infatigables defensores ante posibles rivales que pudieran conquistarnos.

Y es que los senegaleses son encantadores y muy simpáticos y hospitalarios y harán lo que sea por ayudarte y son muy caballerosos, pero... son muy sexuales, de manera que para ellos el sexo es como el comer y por lo tanto aprovechan cualquier instante para ligar y flirtear y, si pueden, follar. Es por ello que Gambia y Senegal son famosos centros de turismo sexual, ya que muchas mujeres de todas las edades vienen a estos lugares a ligar con jóvenes y guapos africanos que en numerosas ocasiones hacen de esto su modo de vida. Y este es un tema complejo que al principio nos chocó e incluso pareció mal, porque la verdad es que se ve a muchas mujeres ya mayores con chicos jovencitos dando paseos por la playa o en el porche de la habitación o encerradas durante horas en las mismas. Pero, tras darle muchas vueltas y hablar con gente diversa, llegamos a la conclusión de que no es algo que podamos juzgar desde nuestra moral, forjada en un país en el que no nos falta de nada, sino que es una situación establecida entre dos personas adultas y conscientes: la mujer sabe que se da una alegría para el cuerpo a cambio de ayudar a un lugareño que de esta manera no solo puede vivir cosas que su nivel económico no le permitiría sino que además en numerosas ocasiones la mujer ayuda además a toda la familia del senegalés. Así que, dejando atrás nuestra pretenciosa moral, intentamos evitar juzgar una situación que no parece molestar a nadie e incluso logramos aceptarla.

Cada vez que nos sentábamos en la playa, se acercaban algunos chicos a ligar. Tanto el dueño del chiringuito como Karim y Alí intentaban espantantarles, pero entre unos y otros al final era bastante difícil tener un rato solitario de relax, porque todos te saludaban y, si podían, se quedaban a charlar.

De todas formas esta situación crea una cierta inseguridad, porque cuando un chico se te acerca a hablar o te ayuda o es amable en general ya no sabes si está realmente interesados en ti, si quiere ligar par aver si al final puede follar y si esto lo hace porque es africano y muy abierto sexualmente o si lo hace porque busca quizás un beneficio económico. Un follón la verdad, sobre todo cuando nos dimos cuenta de que las mujeres son tan activas sexualmente como los hombres y entonces ya no comprendíamos muy bien por qué iba a querer un africano tener una relación sexual con una blanca si las mujeres senegalesas son increíblemente guapas y poderosas y muy buenas en la cama. Pero bueno, supongo que además del beneficio económico hay otras razones por las que un chico puede querer tener relaciones con una extranjera: curiosidad, status y esperanza, esperanza de que quizás esta mujer que viene de otra galaxia en la que hay trabajo y dinero pueda quizás cambiar su vida para siempre.

Niños de Gambia con los que pude entenderme (hablaban inglés) y con los estuve divirtiéndome un rato: bailando, saltando, jugando en la arena... y que me sirvieron de paréntesis para escapar al constante ligoteo de los jóvenes.

En fin, que con todo este lío en la cabeza me fui a dar un paseo por la playa y conocí a unos chicos de Gambia con los que podía hablar: ellos me contaron que, como tantos otros, habían venido de vacaciones a Abéné por el festival y fueron los primeros con los que me sentí cómoda del todo, no sólo por poder hablar en inglés sino además porque parecía que no querían nada más que charlar. Así que nos juntamos con unos niños y estuvimos jugando en la arena, bailando y dando saltos para decir adiós riendo al último día del año.


¡¡¡NOCHEVIEJA!!!

Y por fin llegó la NOCHEVIEJA, habíamos leído en la guía que en el campament Le Kossey de la playa de Abéné se celebraba la mejor fiesta de los alrededores y... ¡¡¡¡mama mía qué fiestón!!!! no he visto cosa así en la vida.

Último atardecer del año.

Primero nos apuntamos a su increíble cena buffet, con gambas, langostinos, todo tipo de carnes, ensaladas, pescados... absolutamente delicioso y bien barato, cena en la que nos reunimos los pocos turistas blancos que estábamos en Abéné además de algunos senegaleses con pasta. Cuando terminó la cena, nos encontramos con que el lugar está rodeado de dunas que decoran con velitas y en las que montan hogueras, una de las cuales es inmensa y alrededor de ella se reúnen cientos de personas a tirar fuegos artificiales para dar la bienvenida al nuevo año con unos buenos djembés al ritmo de los cuales van saliendo a bailar, cuando la música les llama, es como si lucharan, como si fuera un concurso, un juego, un reto, pero divertido, cada cual con su paso, sus movimientos, de pronto sale, baila, vuelve a su sitio, después sale un grupo, retan a otro, salen más bailan juntos, se vuelen a meter, sale alguno por su cuenta, de pronto salen unas chicas y bailan con grandes sonrisas… qué maravilla de espectáculo, cómo sabe esta gente disfrutar de la vida, que lección a los occidentales porque ellos con nada lo tienen todo, nadie podrá jamás quitarles la energía de la música y del baile, es su vida, su pasión, su disfrute, y eso que muchos no beben alcohol, pero se divierten igual, bailan igual. Podría pasarme horas mirando: bailes al son de los tambores, bajo la luz de las estrellas, con el mar de fondo tras la gran hoguera. Una pasada, algo que merece la pena experimentar.

Copiosa y deliciosa cena de Nochevieja en el restaurante del campament de al lado, donde merece la pena venir, no sólo por la increíble cena (langostinos, gambas, pescados, carnes, cuscús...) sino por la mega fiesta que organizan después y que es famosa en África entera, por lo que a ella acuden turistas africanos de todas partes.

Pero eso no es todo, no, de pronto al volver hacia el restaurante resulta que lo habían convertido en un mega fiestón con DJ´s y un equipazo de música al ritmo de la cual bailaban con pasión los africanos: ¡¡¡cómo se mueven!!! es un placer verles. Una locura de fiesta, donde todo el mundo bailó hasta que salió el sol, y donde hicimos un montón de amigos que, como siempre, querían ligar. Es divertido la verdad, el cortejo, la lucha entre ellos por captar tu atención, por llevarte a su cama, te sientes un poco como una gacela en celo en mitad del sherengeti: con todos los machos luchando por conquistarte. Pero no son agresivos ni violentos, quizás a veces alguno se pone pesado pero en seguida otro le dice que te deje en paz, que no estás interesada y lo hace.

El restaurante se convirtió en un chiringuito de copas, con DJs y música en directo donde la gente baila de una forma que te deja la boca abierta.

La verdad es que fue una nochevieja inolvidable, donde lo pasamos de miedo y que recomiendo sin lugar a dudas a cualquiera que pueda hacerlo. No lo dudéis, si podéis, venid a Abéné.

FESTIVAL DE ABÉNÉ

Nos levantamos obviamente tarde, aproveché para darme un paseo por el pueblo y me sentí feliz: todo el mundo que me cruzaba a lo largo del rojizo camino de tierra me saludaba con una gran sonrisa. Algunos me acompañaban parte del trayecto para después desviarse en una de las ramificaciones del mismo hacia su casa. Así conocí a una mujer que me contó que no estaba casada pero que tenía hijos y que gracias a un novio que tenía en Holanda podía sobrevivir porque éste le había pagado una casa. Fue una de las pocas mujeres que se sinceró y me contó su situación, la cual me ayudó a entender muchas cosas del país aunque es cierto que en Senegal la mayoría del turismo sexual es mujeres blancas con hombres del lugar, pero bueno, también existe al revés aunque no se ve tanto.
Nuestra pequeña familia en el campament, gente encantadora que siempre tenían una sonrisa para nosotros y que además te ayudaban en lo que hiciera falta. 

Y, tras otro día de relax en la playa, decidimos pasarnos por la noche por el famoso festival cuyo escenario está en la escuela, en el centro del pueblo. Los tickets eran muy baratos, y el show realmente merece la pena porque hay de todo desde algunos que tocan la calabaza y cantan hasta grupos grandes de djembés con bailarines que montan un show que lleva a algunos de los espectadores a de pronto salir al escenario y bailar como en trance. Una pasada, es como que están en sus sillas y de pronto la música les domina y les hace saltar a bailar al escenario donde se encaran con los músicos, pegan saltos y se contonean de maneras imposibles para un occidental y, cuando han expresado sus sentimientos, bajan otra vez a su asiento. Qué bonito.

Escenario principal del Festival de Abéné, uno de los más famosos de África. Si podéis, venid.

A todo aquel que le guste la música africana o la percussion o el baile: no os perdáis este festival, es realmente increíble.

Curiosidades:

Como a tod@s los que vivimos en el hemisferio norte, parece que asociamos la navidad con el frío y la nieve. Así que siempre sorprende el descoloque de ir asfixiado con sandalias y tirantes y encontrarte de pronto árboles decorados con espumillón y bolas de colores o garitos de playa  con papanoeles en shorts.

La navidad en verano.