28.12.11 - 30.12.11
Los primeros amigos que hice en mi primer día en Dakar, en la playa de Yoff.
Este año decidimos romper con el largo y frío invierno y escapar 2 semanitas a un lugar cálido donde desconectar de todo. Elegimos Senegal, porque no está muy lejos de España, porque no conocía el África negra y ya tenía ganas y porque todo el mundo me había hablado maravillas de este país, y la verdad es que no nos decepcionó.
Dakar:
A eso de las 2 am aterricé en la capital de Senegal y, dada la hora intempestiva de la llegada y debido a mi pereza sabiendo que los aeropuertos suelen ser lugares caóticos y estresantes, decidí reservar un hostal que hacía pick up del aeropuerto y así, aunque me saliera bastante más caro, evitaba tener que pelear y regatear con los taxistas y buscar alojamiento a esas horas. Así que nada más recoger el equipaje me encontré con Maxi, uno de los trabajadores del VíaVía, el hostal que había escogido para pasar las primeras noches en Dakar y que está cerca del aeropuerto y alejado del centro de la ciudad.
Y es que Dakar es una gran ciudad, algo caótica, cuyo centro sólo vi de pasada, y cuya área metropolitana se compone de varios "pueblos" en los que la vida es más tranquila y que fue donde pasamos la mayor parte del tiempo: N´Gor, Yoff, Parcelles y Camberén; cada uno con su carácter particular, distribuídos todos a lo largo de una interminable playa de arena blanca.
Yoff:
Aquí, en Yoff, está el Vía Vía, el hostal en el que pasé dos noches: la primera yo sola y la segunda con mi amiga Miriam que aterrizaba un día después y que, a pesar de ser algo caro, al menos tenía WIFI y podíamos hablar con los dueños en inglés (algo realmente útil si no se sabe francés) y con un staff super encantador que se desvive por ayudarte.
Encantadores niños de Yoff, con quienes pasamos un rato intercambiando sonrisas.
Nada más despertar por la mañana y tras el desayuno del hostal, corrí a echar mi primer vistazo a Dakar: el hostal se abre a un camino de arena de playa, donde me topé con 3 sillas a la sombra que acomodaban a 3 hombres leyendo el periódico, "Salam Aleikum" saludaron y con la respuesta "Aleikum Salam" alcancé una carretera asfaltada por la que circulaban coches destartalados, taxis amarillos y negros y carros tirados por burros; y, paseando por ahí, comenzó el baile de sonrisas: de dientes blancos, simpáticas, honestas, enormes sonrisas que me regalaban aquellos con los que me crucé, gente trabajando el metal, en la tienda, acarreando cestos sobre las cabezas, con niños a la espalda... dejé el asfalto para perderme por callejuelas de arena en las que se tiene sensación de pueblo y no de gran ciudad, lugar fotogénico, caótico, sí, pero como todo Senegal, muy limpio. Bienvenido a Yoff, una zona poco turística en la que se puede pasear con tranquilidad y, como en casi todo Senegal, con seguridad.
Gente sonriente que te saluda por las calles de los pueblos de Dakar.
Decidí echarle un ojo a la playa y me encontré con un largo estrecho de suave arena sobre el que rompen con energía las olas del Atlántico, casi vacía y muy tranquila, con una especie de zona con sombrillas separadas del resto por redes donde conocí a un par de lugareños que decían vivir en una cabaña ahí mismo y que me invitaron a tomar Tuba, el fuerte café local.
Lugar ideal si se quiere escapar del ruido de la ciudad, tumbarse en la playa relajadamente y ver de vez en cuando pasar un caballo tirando de un carro que va y vuelve de la punta de Yoff, a donde llegan los barcos de pescadores cargados de pescado fresco.
Tranquila playa de Yoff, interminables kilómetros de suave arena donde rompen las fuertes olas del Atlántico, por lo que poca gente se baña aquí, eso sí, hay gente que pasea o que hace deporte o que lleva el pescado fresco del puerto a cualquier otro punto de la ciudad en bucólicos carros de caballos.
Isla de Gorée:
Dejé la tranquila playa de Yoff para intentar organizar el viaje a la Casamance, sur de Senegal a donde se llega muy cómodamente en un barco cuyos tickets se compran sólo en el "embarcadère" de donde salen los ferries a la isla de Gorée, pero claro, sólo hay 2 barcos por semana y estando en navidad... me encontré con la mala noticia de que el siguiente barco estaba lleno así que tuve que pensar en un plan B.
Ya que estaba en el puerto, aproveché para tomar el ferry a la isla de Gorée, patrimonio de la humanidad, que se encuentra a unos 3km frente a Dakar y cuyo ambiente relajado y preciosas casas de tipo colonial hacen difícil imaginar su oscuro pasado en el que fue utilizada como mercado de esclavos durante más de 3 siglos: de 1536 a 1848, año en que Francia abolió la esclavitud.
Estatua en honor a la abolición de la esclavitud en 1848, recuerdo de un oscuro pasado que ojalá nunca se vuelva a repetir.
Durante este tiempo más de 20 millones de esclavos pasaron por la isla, gente que había sido capturada en cacerías que arrasaban las aldeas africanas, quemando sus casas, asesinando a los ancianos y atrapando al resto para ser tratados como mercancía en la isla.
Se conserva como museo una de las antiguas casas de esclavos, a la cual se traían los prisioneros para, en sus escalinatas, discutir sus precios con los comerciantes. El valor de las mujeres y los niños dependía de su dentadura y el de los hombres de su fortaleza, ninguno salía a la venta si no pesaba más de 60 kg, ya que debían ser lo suficientemente fuertes como para soportar el viaje en barco a América. Uno de los lugares más siniestros de la casa es el llamado "punto de no retorno", que era la puerta que daba al mar y desde la que embarcaban para ir a su nuevo destino, dejando para siempre atrás a familia y seres queridos.
Antigua casa de esclavos conservada hoy como museo en memoria de los más de 20 millones de esclavos con los que se traficó en la isla, objeto de miles de visitas turísticas, sobre todo de afroamericanos cuyas raíces desconocen pero saben que algún antepasado suyo debió cruzar ese punto de no retorno hace ya varios siglos.
A pesar de la carga histórica del lugar, la isla de Gorée es hoy un lugar muy relajado, con callecitas de arena, sin coches, lleno de gente sonriente, música por todas partes, casas de colores... un lugar donde por fin la gente vive en paz, eso sí, siempre recordados de lo que ocurrió años atrás por la estatua que conmemora el día de la abolición de la esclavitud.
Callejuela típica de la isla de Gorée: suelo de arena, arquitectura colonial y edificios de vivos colores de cuyas paredes la pintura se resquebraja.
Yoff:
Tras charlar con otros turistas, intercambiar consejos sobre el país y organizar un plan para poder llegar a Casamance, regresé al hostal a descansar, sabiendo que esa madrugada llegaba mi amiga y compi de viaje Miriam. Y es que, aunque Senegal es un país donde es fácil viajar sol@, a mi me gusta tener a alguien con quien poder compartir lo vivido, aunque debo reconocer que no es fácil encontrar un buen compañero de viaje y que es mejor viajar solo que mal acompañado, pero si se tiene a un compi perfecto, como era mi caso, el viaje se disfruta más.
Cuando despertamos por la mañana, decidimos cambiar de hostal a uno más económico en la punta de Yoff, un lugar que al principio echa para atrás porque parece el caos más absoluto comparado con las playas limpias en las que estábamos antes, pero al que poco a poco se le va encontrando su encanto. El hostal Poulagou es bastante nuevo y está muy cuidado y desde su terraza se puede disfrutar del ajetreo del puerto de pescadores, algo muy auténtico una vez que te acostumbras al intenso olor a pescado.
Vista desde la terraza del hostal que se encuentra justo en la punta de Yoff, donde faenan y comercian los pescadores.
Así que allá que nos bajamos, cámaras en mano, a dar una vuelta por entre los botes de pescadores y el mercado de pescado y, aunque la gente en principio parecía algo reacia a nuestras cámaras, poco a poco hicimos un corro de amigos con el que conseguimos comunicarnos a pesar de que nostras no sabíamos francés y ellos no hablaban inglés, pero logramos pasar un buen rato charlando, riendo y bailando. Yo incluso me casé con un hombre de mi edad quien, según le otorgué el sí, decidió ponerme a trabajar: ahí mismo me enseñó a triturar el pescado, cosa que empezó a crear mis dudas respecto a nuestro matrimonio, pero la gota que colmó el vaso e hizo que me divorciara de él inmediatamente, fue cuando me quiso mandar a casa con... ¡su primera esposa! vamos que ahí, ante gran pena general, puse fin a nuestro matrimonio.
De charla con los lugareños que en la punta de Yoff pasan el día, ya sea esperando a los pescadores a que vuelvan de faenar, comprando o vendiendo pescado.
N´Gor:
De la punta de pescadores de Yoff decidimos ir a relajarnos en la isla de N´Gor, un pequeño trozo de tierra a donde te lleva en escasos minutos una canoa, tranquilo lugar sin coches, con unas pocas casas e incluso tumbonas a alquilar.
Las playas del lado de Dakar son bastante tranquilas, hay varios puestos de comida en los que las lugareñas te cocinan en una parrilla el pescado fresco con arroz y patatas fritas, una delicia. El problema de este lado de la isla no son los lugareños que quieren charlar contigo, sino el flujo constante de hombres y mujeres que pasan con una cesta en la cabeza llena de artesanías del lugar que intentan venderte.
Miris y yo dándonos la buena vida en la isla de N´Gor, donde un plato de pescado recién sacado del mar, con sus patatas fritas, su arroz, salsas y ensalada no cuesta más que 2000 CFC, unos... ¡¡¡3 euros!!!
Conocimos a un chico que nos invitó a su casa en la isla y allá que fuimos, a una habitación llena de amigos fumetas que cocinaban erizos que habían sacado del mar. La casa estaba al otro lado de la isla, donde el mar rompe con fuerza y las enormes olas hacen imposible el nadar, convirtiéndola en lugar ideal para surfear.
De la isla salimos ya de noche, pero nada más bajar de la canoa, se nos acercó un chico que nos llevó a dar una vuelta por el dulce pueblo de N´Gor, uno de los más bonitos que he visto en Dakar, la verdad, aunque con el alojamiento más caro también: pequeñas callejuelas de arena serpentean entre casas blancas, por las que te cruzas con sonrientes lugareños mientras suenan los cánticos de la mezquita, te encuentras con el gran baobab, árbol tan sagrado que incluso a los muertos los entierran bajo un campo de baobabs que hay en mitad de este laberinto.
Cementerio de N´Gor, sobre los restos de los fallecidos crecen los sagrados Baobabs.
Pero lo mejor de todo fue cuando escuchamos tambores y decidimos acercarnos a ver qué pasaba y nos encontramos con una plaza llena de mujeres super arregladas: con trajes de vivos colores, las caras maquilladas y pelucas escogidas especialmente para la ocasión (al parecer en Senegal las mujeres llevan en su mayoría la cabeza rapada y tienen varias pelucas para cada ir cambiando de estilo). Señoras mayores, jóvenes y niñas por igual, estaban colocadas en círculo a un lado del cual había 4 hombres tocando diferentes instrumentos de percusión, y según iban sintiendo la música, se levantaban y salían a bailar frente a los djembés como si entraran en trance. De verdad que no he visto algo así en mi vida, una fiesta de mujeres, libres, sin prejuicios, sin intentar impresionar a nadie, una fiesta entre ellas y para ellas, como los antiguos akelarres de las brujas de la edad media, un momento super especial del que en seguida nos hicieron partícipes, instigándonos a bailar con ellas, cosa que me atrevía a hacer con mucha vergüenza porque de verdad que cómo se mueven las mujeres, es algo que te deja boquiabierta. Qué ritmo, qué pasión, qué poderío. Una suerte poder vivir este momento, la verdad, un privilegio participar en algo tan íntimo, algo que nos hizo ser conscientes de la fuerza de la mujer senegalesa, derrumbando nuestra idea preconcebida de que en una sociedad musulmana la mujer queda relegada a un segundo plano, para nada, aquí la mujer es alta, guapa, esbelta, baila sensualmente y con fuerza.
Las mujeres de Senegal son fuertes, sensuales, con una gran energía, estilo y forma de moverse y bailar que deja boquiabierto a cualquiera.
Cuando se terminó la fiesta, salimos a un bar cercano donde los chicos que allí había nos invitaron a compartir el pescado que ellos estaban comiendo: un pez enorme con patatas del que comimos todos. Y es que al parecer aquí en Senegal la comida siempre se ofrece y comparte. Con ellos estuvimos un rato bebiendo cervezas, excepto con los musulmanes que no beben alcohol, hasta que decidimos ir a descansar porque bien prontito antes de que comenzara el nuevo día teníamos que levantarnos para poner rumbo a la Casamance. Y, como caballeros que son, los chicos nos acompañaron a buscar un taxi que nos llevara a Yoff y no nos pidiera un precio desorbitado por ser TUBAB, o extranjeras blancas.
Típica calle del pueblo de N´Gor, con puestos para comprar pan, bebida o comida a los que se llega tras caminar por un laberinto de estrechas callejuelas de arena de playa. Poca iluminación, muchos oscuros recovecos... yo pensaba "ay cómo me vea mi madre se muere del susto" pero en ningún momento te sientes en peligro, y es que debo recalcar que Senegal es un lugar SUPER seguro donde la gente te intenta ayudar y no hacer mal.
Buena noche fue esta, nuestro primer contacto con Senegal, un país que nos enamoró ya desde el primer momento.
Curiosidades:
La verdad es que nos han sorprendido las sonrisas de los lugareños, no sólo por su amplitud sino por su blancura. Y es que tanto aquí como en la India, la gente se lava los dientes con unos palos especiales de neem que son, sin lugar a dudas, super efectivos ya que poca gente tiene caries.
Tras el tipo más cool de la playa, se puede ver a lo lejos la pequeña isla de N´Gor. Lo que lleva en la boca no es tabaco sino un trozo de madera de neem que utilizan en Senegal, al igual que en la India, para lavarse los dientes con impresionantes resultados, y es que los deja blancos y relucientes.
Los primeros amigos que hice en mi primer día en Dakar, en la playa de Yoff.
Este año decidimos romper con el largo y frío invierno y escapar 2 semanitas a un lugar cálido donde desconectar de todo. Elegimos Senegal, porque no está muy lejos de España, porque no conocía el África negra y ya tenía ganas y porque todo el mundo me había hablado maravillas de este país, y la verdad es que no nos decepcionó.
Dakar:
A eso de las 2 am aterricé en la capital de Senegal y, dada la hora intempestiva de la llegada y debido a mi pereza sabiendo que los aeropuertos suelen ser lugares caóticos y estresantes, decidí reservar un hostal que hacía pick up del aeropuerto y así, aunque me saliera bastante más caro, evitaba tener que pelear y regatear con los taxistas y buscar alojamiento a esas horas. Así que nada más recoger el equipaje me encontré con Maxi, uno de los trabajadores del VíaVía, el hostal que había escogido para pasar las primeras noches en Dakar y que está cerca del aeropuerto y alejado del centro de la ciudad.
Y es que Dakar es una gran ciudad, algo caótica, cuyo centro sólo vi de pasada, y cuya área metropolitana se compone de varios "pueblos" en los que la vida es más tranquila y que fue donde pasamos la mayor parte del tiempo: N´Gor, Yoff, Parcelles y Camberén; cada uno con su carácter particular, distribuídos todos a lo largo de una interminable playa de arena blanca.
Yoff:
Aquí, en Yoff, está el Vía Vía, el hostal en el que pasé dos noches: la primera yo sola y la segunda con mi amiga Miriam que aterrizaba un día después y que, a pesar de ser algo caro, al menos tenía WIFI y podíamos hablar con los dueños en inglés (algo realmente útil si no se sabe francés) y con un staff super encantador que se desvive por ayudarte.
Encantadores niños de Yoff, con quienes pasamos un rato intercambiando sonrisas.
Nada más despertar por la mañana y tras el desayuno del hostal, corrí a echar mi primer vistazo a Dakar: el hostal se abre a un camino de arena de playa, donde me topé con 3 sillas a la sombra que acomodaban a 3 hombres leyendo el periódico, "Salam Aleikum" saludaron y con la respuesta "Aleikum Salam" alcancé una carretera asfaltada por la que circulaban coches destartalados, taxis amarillos y negros y carros tirados por burros; y, paseando por ahí, comenzó el baile de sonrisas: de dientes blancos, simpáticas, honestas, enormes sonrisas que me regalaban aquellos con los que me crucé, gente trabajando el metal, en la tienda, acarreando cestos sobre las cabezas, con niños a la espalda... dejé el asfalto para perderme por callejuelas de arena en las que se tiene sensación de pueblo y no de gran ciudad, lugar fotogénico, caótico, sí, pero como todo Senegal, muy limpio. Bienvenido a Yoff, una zona poco turística en la que se puede pasear con tranquilidad y, como en casi todo Senegal, con seguridad.
Gente sonriente que te saluda por las calles de los pueblos de Dakar.
Decidí echarle un ojo a la playa y me encontré con un largo estrecho de suave arena sobre el que rompen con energía las olas del Atlántico, casi vacía y muy tranquila, con una especie de zona con sombrillas separadas del resto por redes donde conocí a un par de lugareños que decían vivir en una cabaña ahí mismo y que me invitaron a tomar Tuba, el fuerte café local.
Lugar ideal si se quiere escapar del ruido de la ciudad, tumbarse en la playa relajadamente y ver de vez en cuando pasar un caballo tirando de un carro que va y vuelve de la punta de Yoff, a donde llegan los barcos de pescadores cargados de pescado fresco.
Tranquila playa de Yoff, interminables kilómetros de suave arena donde rompen las fuertes olas del Atlántico, por lo que poca gente se baña aquí, eso sí, hay gente que pasea o que hace deporte o que lleva el pescado fresco del puerto a cualquier otro punto de la ciudad en bucólicos carros de caballos.
Isla de Gorée:
Dejé la tranquila playa de Yoff para intentar organizar el viaje a la Casamance, sur de Senegal a donde se llega muy cómodamente en un barco cuyos tickets se compran sólo en el "embarcadère" de donde salen los ferries a la isla de Gorée, pero claro, sólo hay 2 barcos por semana y estando en navidad... me encontré con la mala noticia de que el siguiente barco estaba lleno así que tuve que pensar en un plan B.
Ya que estaba en el puerto, aproveché para tomar el ferry a la isla de Gorée, patrimonio de la humanidad, que se encuentra a unos 3km frente a Dakar y cuyo ambiente relajado y preciosas casas de tipo colonial hacen difícil imaginar su oscuro pasado en el que fue utilizada como mercado de esclavos durante más de 3 siglos: de 1536 a 1848, año en que Francia abolió la esclavitud.
Estatua en honor a la abolición de la esclavitud en 1848, recuerdo de un oscuro pasado que ojalá nunca se vuelva a repetir.
Durante este tiempo más de 20 millones de esclavos pasaron por la isla, gente que había sido capturada en cacerías que arrasaban las aldeas africanas, quemando sus casas, asesinando a los ancianos y atrapando al resto para ser tratados como mercancía en la isla.
Se conserva como museo una de las antiguas casas de esclavos, a la cual se traían los prisioneros para, en sus escalinatas, discutir sus precios con los comerciantes. El valor de las mujeres y los niños dependía de su dentadura y el de los hombres de su fortaleza, ninguno salía a la venta si no pesaba más de 60 kg, ya que debían ser lo suficientemente fuertes como para soportar el viaje en barco a América. Uno de los lugares más siniestros de la casa es el llamado "punto de no retorno", que era la puerta que daba al mar y desde la que embarcaban para ir a su nuevo destino, dejando para siempre atrás a familia y seres queridos.
Antigua casa de esclavos conservada hoy como museo en memoria de los más de 20 millones de esclavos con los que se traficó en la isla, objeto de miles de visitas turísticas, sobre todo de afroamericanos cuyas raíces desconocen pero saben que algún antepasado suyo debió cruzar ese punto de no retorno hace ya varios siglos.
A pesar de la carga histórica del lugar, la isla de Gorée es hoy un lugar muy relajado, con callecitas de arena, sin coches, lleno de gente sonriente, música por todas partes, casas de colores... un lugar donde por fin la gente vive en paz, eso sí, siempre recordados de lo que ocurrió años atrás por la estatua que conmemora el día de la abolición de la esclavitud.
Callejuela típica de la isla de Gorée: suelo de arena, arquitectura colonial y edificios de vivos colores de cuyas paredes la pintura se resquebraja.
Yoff:
Tras charlar con otros turistas, intercambiar consejos sobre el país y organizar un plan para poder llegar a Casamance, regresé al hostal a descansar, sabiendo que esa madrugada llegaba mi amiga y compi de viaje Miriam. Y es que, aunque Senegal es un país donde es fácil viajar sol@, a mi me gusta tener a alguien con quien poder compartir lo vivido, aunque debo reconocer que no es fácil encontrar un buen compañero de viaje y que es mejor viajar solo que mal acompañado, pero si se tiene a un compi perfecto, como era mi caso, el viaje se disfruta más.
Cuando despertamos por la mañana, decidimos cambiar de hostal a uno más económico en la punta de Yoff, un lugar que al principio echa para atrás porque parece el caos más absoluto comparado con las playas limpias en las que estábamos antes, pero al que poco a poco se le va encontrando su encanto. El hostal Poulagou es bastante nuevo y está muy cuidado y desde su terraza se puede disfrutar del ajetreo del puerto de pescadores, algo muy auténtico una vez que te acostumbras al intenso olor a pescado.
Vista desde la terraza del hostal que se encuentra justo en la punta de Yoff, donde faenan y comercian los pescadores.
Así que allá que nos bajamos, cámaras en mano, a dar una vuelta por entre los botes de pescadores y el mercado de pescado y, aunque la gente en principio parecía algo reacia a nuestras cámaras, poco a poco hicimos un corro de amigos con el que conseguimos comunicarnos a pesar de que nostras no sabíamos francés y ellos no hablaban inglés, pero logramos pasar un buen rato charlando, riendo y bailando. Yo incluso me casé con un hombre de mi edad quien, según le otorgué el sí, decidió ponerme a trabajar: ahí mismo me enseñó a triturar el pescado, cosa que empezó a crear mis dudas respecto a nuestro matrimonio, pero la gota que colmó el vaso e hizo que me divorciara de él inmediatamente, fue cuando me quiso mandar a casa con... ¡su primera esposa! vamos que ahí, ante gran pena general, puse fin a nuestro matrimonio.
De charla con los lugareños que en la punta de Yoff pasan el día, ya sea esperando a los pescadores a que vuelvan de faenar, comprando o vendiendo pescado.
N´Gor:
De la punta de pescadores de Yoff decidimos ir a relajarnos en la isla de N´Gor, un pequeño trozo de tierra a donde te lleva en escasos minutos una canoa, tranquilo lugar sin coches, con unas pocas casas e incluso tumbonas a alquilar.
Las playas del lado de Dakar son bastante tranquilas, hay varios puestos de comida en los que las lugareñas te cocinan en una parrilla el pescado fresco con arroz y patatas fritas, una delicia. El problema de este lado de la isla no son los lugareños que quieren charlar contigo, sino el flujo constante de hombres y mujeres que pasan con una cesta en la cabeza llena de artesanías del lugar que intentan venderte.
Miris y yo dándonos la buena vida en la isla de N´Gor, donde un plato de pescado recién sacado del mar, con sus patatas fritas, su arroz, salsas y ensalada no cuesta más que 2000 CFC, unos... ¡¡¡3 euros!!!
Conocimos a un chico que nos invitó a su casa en la isla y allá que fuimos, a una habitación llena de amigos fumetas que cocinaban erizos que habían sacado del mar. La casa estaba al otro lado de la isla, donde el mar rompe con fuerza y las enormes olas hacen imposible el nadar, convirtiéndola en lugar ideal para surfear.
De la isla salimos ya de noche, pero nada más bajar de la canoa, se nos acercó un chico que nos llevó a dar una vuelta por el dulce pueblo de N´Gor, uno de los más bonitos que he visto en Dakar, la verdad, aunque con el alojamiento más caro también: pequeñas callejuelas de arena serpentean entre casas blancas, por las que te cruzas con sonrientes lugareños mientras suenan los cánticos de la mezquita, te encuentras con el gran baobab, árbol tan sagrado que incluso a los muertos los entierran bajo un campo de baobabs que hay en mitad de este laberinto.
Cementerio de N´Gor, sobre los restos de los fallecidos crecen los sagrados Baobabs.
Pero lo mejor de todo fue cuando escuchamos tambores y decidimos acercarnos a ver qué pasaba y nos encontramos con una plaza llena de mujeres super arregladas: con trajes de vivos colores, las caras maquilladas y pelucas escogidas especialmente para la ocasión (al parecer en Senegal las mujeres llevan en su mayoría la cabeza rapada y tienen varias pelucas para cada ir cambiando de estilo). Señoras mayores, jóvenes y niñas por igual, estaban colocadas en círculo a un lado del cual había 4 hombres tocando diferentes instrumentos de percusión, y según iban sintiendo la música, se levantaban y salían a bailar frente a los djembés como si entraran en trance. De verdad que no he visto algo así en mi vida, una fiesta de mujeres, libres, sin prejuicios, sin intentar impresionar a nadie, una fiesta entre ellas y para ellas, como los antiguos akelarres de las brujas de la edad media, un momento super especial del que en seguida nos hicieron partícipes, instigándonos a bailar con ellas, cosa que me atrevía a hacer con mucha vergüenza porque de verdad que cómo se mueven las mujeres, es algo que te deja boquiabierta. Qué ritmo, qué pasión, qué poderío. Una suerte poder vivir este momento, la verdad, un privilegio participar en algo tan íntimo, algo que nos hizo ser conscientes de la fuerza de la mujer senegalesa, derrumbando nuestra idea preconcebida de que en una sociedad musulmana la mujer queda relegada a un segundo plano, para nada, aquí la mujer es alta, guapa, esbelta, baila sensualmente y con fuerza.
Las mujeres de Senegal son fuertes, sensuales, con una gran energía, estilo y forma de moverse y bailar que deja boquiabierto a cualquiera.
Cuando se terminó la fiesta, salimos a un bar cercano donde los chicos que allí había nos invitaron a compartir el pescado que ellos estaban comiendo: un pez enorme con patatas del que comimos todos. Y es que al parecer aquí en Senegal la comida siempre se ofrece y comparte. Con ellos estuvimos un rato bebiendo cervezas, excepto con los musulmanes que no beben alcohol, hasta que decidimos ir a descansar porque bien prontito antes de que comenzara el nuevo día teníamos que levantarnos para poner rumbo a la Casamance. Y, como caballeros que son, los chicos nos acompañaron a buscar un taxi que nos llevara a Yoff y no nos pidiera un precio desorbitado por ser TUBAB, o extranjeras blancas.
Típica calle del pueblo de N´Gor, con puestos para comprar pan, bebida o comida a los que se llega tras caminar por un laberinto de estrechas callejuelas de arena de playa. Poca iluminación, muchos oscuros recovecos... yo pensaba "ay cómo me vea mi madre se muere del susto" pero en ningún momento te sientes en peligro, y es que debo recalcar que Senegal es un lugar SUPER seguro donde la gente te intenta ayudar y no hacer mal.
Buena noche fue esta, nuestro primer contacto con Senegal, un país que nos enamoró ya desde el primer momento.
Curiosidades:
La verdad es que nos han sorprendido las sonrisas de los lugareños, no sólo por su amplitud sino por su blancura. Y es que tanto aquí como en la India, la gente se lava los dientes con unos palos especiales de neem que son, sin lugar a dudas, super efectivos ya que poca gente tiene caries.
Tras el tipo más cool de la playa, se puede ver a lo lejos la pequeña isla de N´Gor. Lo que lleva en la boca no es tabaco sino un trozo de madera de neem que utilizan en Senegal, al igual que en la India, para lavarse los dientes con impresionantes resultados, y es que los deja blancos y relucientes.
Por cierto que según os bajés en cualquier sitio medio turístico en Senegal, algún lugareño se acercará a preguntar dónde váis, charlar un rato, hacerse amigo tuyo para, después, seguirte y darte compañía durante... ¡¡¡el resto de tu viaje si le dejas!!! Este chico nos saludó al llegar a la playa de N´Gor y ya quería venirse con nosotras al otro lado y pasar el día en plan amigos, otros nos ofrecieron venirse al sur, a la Casamance, con nosotras y hacer de guías durante los próximos días ¡¡¡como si hicieran falta guías!!! y realmente es una forma de vida aquí, ya que la gente no tiene mucho trabajo y prefieren acompañarte y quizás a cambio se den una vuelta por sitios que no conocerían si no, coman bien, echen un polvo o saquen algo de pasta... no hay que enfadarse, simplemente ser muy claras y decir que no quieres que te acompañen, gracias.
2 comments:
next stop...ABENE
Hijuela, que precioso todo lo que has visto de Senegal,aprovecha lo que puedas para aprender cosas de todos los lugares que visitas que son tan interesantes, aunque los que estamos aqui te echamos de menos un montón.
Ya nos contaras que tal por Jerusalen, etc. Un besazo, te quiere enormemente Mamusina
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