Saturday, January 28, 2012

Diembéring, Casamance (Senegal)

04.01.12 - 06.01.12

Más feliz imposible: invierno, sol y playas kilométricas totalmente desérticas, esto es Diembéring, un lugar precioso y muy tranquilo en la Casamance.

Por fin terminó la huelga de transporte y pudimos por primera vez hacer uso de un bus local para llegar a nuestro destino siguiente, un viaje de los que más me gustan, en una especie de furgoneta con asientos en los que se amontonan los lugareños, felices todos de poder volver a moverse tras estos días de huelgas: charlas, risas, trasiego de dinero y... colores, muchos colores, ya que el bus estaba lleno de mujeres ataviadas con los típicos trajes estampados africanos de falda larga y camisa ancha a conjunto con un fular en el pelo que tan bien saben colocarse y que tan elegantes las hacen.

Coloridos lugareños en el bus local, una furgonetilla algo desvencijada que llenan con sus charlas y risas y el continuo trajín de dinero de mano en mano, de atrás a delante, para pagar el viaje.

Un gusto poder avanzar sin tener que depender del transporte privado, y no sólo por la diferencia en precio, sino por el placer de viajar con los locales. Así llegamos, por una estupenda y recién asfaltada carretera, a Cap Skiring, cuyas playas atraen al parecer a los turistas occidentales por lo que su única calle ofrece a ambos lados bares, restaurantes, internet y tiendas. Pero nosotras tan sólo la vimos de pasada ya que cambiamos a un Sept-Place que nos llevaría a Diembéring, lugar de playas aisladas de
cuya belleza se habla en alguna canción africana.

¡Vaya par de chicos "cool"! No, no son mafiosos, sino que su trabajo es en realidad el de llevar cuenta de los diferentes coches (sept-place) que van llegando y dónde van en una pequeña libreta donde apuntan todo. Aunque parezcan muy serios en la foto, lo cierto es que no pararon de hacernos bromas desde que llegamos.


Calle principal de Cap-Skiring.

Así que, tras un rato de espera a que se llenara el coche, nos lanzamos por un camino de tierra roja cuyo polvo se metía por todas partes para, media hora más tarde, llegar a Diembéring en cuya plaza principal se nos hizo en seguida un corro de niños, que casi matan a Miriam cuando la pobre sacó unos plátanos para repartir... casi mejor no sacar nada si no se tiene para todos porque sale lo peor de ellos y no es algo agradable de ver y eso que nosotras somos super cuidadosas y nunca damos nada a los lugareños para no crear el hábito en ellos de pedir, ni siquiera damos caramelos a los niños, cosa muy común en algunos turistas que no se dan cuenta de que están en realidad haciendo más daño a largo plazo que otra cosa, pero pensamos que un poco de fruta quizás nos les vendría mal. Error. No hay que dar nada.

Los niños que nos rodearon nada más bajarnos del taxi en la "plaza" principal de Diembéring: recelosos al principio, divertidos después y, finalmente, cariñosos.


En fin, salimos de la plaza y del centro del pueblo para ir en busca de algún campament a la orilla de la playa y es que, como parece habitual en Senegal, a los lugareños no les gusta construir sus pueblos al borde del mar sino un kilómetro o así tierra adentro. Un compi de viaje nos hizo el favor y nos condujo, tras pasar por el pueblo y hacer un pequeño alto en su casa, a través de los preciosos paisajes que hacen famoso a Diémbering: inmensas ceibas, águilas, pájaros de vivos colores, ganado, arrozales y dunas y más dunas que por fin, van a dar a la playa.
Allí nos llevó a un albergue de una española (Lula) que dejó toda su vida en Barcelona para venirse hace 8 años a vivir a Senegal, donde alquiló y reformó una casa al impluvium cuyas habitaciones alquila a los pocos turistas que hasta aquí llegan. Pero un belga que allí vivía nos llevó al campament de al lado que era muy básico pero más barato todavía: baños fuera, sin agua corriente, ducha con cubo del pozo y, carente de electricidad, lo cual suplían dándote unas románticas velas.

El campament más barato del lugar, muy, muy básico: en lugar de luces había velas, el baño por supuesto estaba fuera de la habitación y había un cubo a llenar de agua al lado que hacía las veces de cadena y en lugar de ducha se sacaba agua de un pozo que podías tirarte por la cabeza. Pero... realmente no necesitabas nada más.

El paraíso, de verdad, no porque sea de una belleza caribeña, no, sino porque hay kilómetros y kilómetros de playa desierta, flanqueada por pinos, enormes olas, ni un turista (y eso que, como nos dijo el belga, estábamos en temporada alta) y un solo negocio en toda la costa: un pequeño bar que construyó a base de ramas y hojas de palmera el simpático FouFou, un tipo muy vital e infantil, que era en realidad de Guinea, país que abandonó dejando atrás a su familia en busca de aventura y un futuro mejor, encontrándose en su camino con un señor mayor holandés a quien llama "papá" ya que llevan juntos unos 10 años.

FouFou, una de las personas más positivas que conocimos, siempre sonriente y con una vitalidad infantil envidiable.

Y aquí tienen ahora su vida la extraña pareja, en este negocio que han levantado entre ambos y único lugar donde comprar algo en esta remota playa, desde el desayuno hasta las cervecitas de la noche. Siempre sonrisas, siempre feliz, FouFou, que significa loco, ya que, como él mismo dice con orgullo, es un loco de la vida, un loco de la música; él mismo construye sus instrumentos típicos africanos y sus manos están llenas de cayos, tantos que ya no siente ni la llama del mechero, cayos que le han salido de tocar incesantemente el djembé, al que llama su "bebé", su único hijo, el único que quiere.



El "negocio" de FouFou, construído con sus propias manos, como nos explicaba él con gran orgullo: ramas de palma, maderas, una cocinita, algún adorno y muchos tambores; FouFou no necesita más para ser feliz. Su "papá" (un holandés que le ha "adoptado") duerme en la tienda de campaña.

En este rincón aislado pasamos los últimos días en la Casamance, acompañadas de FouFou y su padre adoptivo y de los 5 lugareños que allí trabajan y que venían al bar a hacernos compañía y cantar y beber al ritmo de los tambores del eterno niño. No echamos de menos la ducha, ni la luz eléctrica, ni la cadena del wáter, ni las tiendas, teníamos todo lo que necesitábamos: compañía, música y muy buena comida, porque FouFou, además de músico, es un increíble chef que nos preparó los mejores pescados que hemos comido en Senegal, recién sacados del mar, en la hoguera, con sus patatitas y salsas y con los cangrejos más grandes y deliciosos que he comido jamás. De verdad que eran ¡¡¡más grandes que mi cara!!! una pasada.

¡Esto es vida! tumbadas en la playa, se nos acercan FouFou y su amigo para mostrarnos los peces recién sacados del mar (¡aún coleaban!) y que eligiéramos uno para la cena.

Pero todo lo bueno se acaba cuando se va con el tiempo justo, así que tuvimos que dejar Diémbereng y su relajado modo de vida, atrás quedó la tranquilidad de sentir que la playa era nuestra, que el tiempo se detenía, que podíamos leer o escribir sin las 200 interrupciones de los chicos que pueblan otras playas. Enorme contraste con CapSkiring, a donde llegamos de nuevo en un taxi que cogimos en la plaza del pueblo y donde de pronto otra vez volvían los saludos, las sonrisas, las charlas, el de dónde vienes, qué haces, cómo te llamas, te doy mi número de teléfono, mi mail... etc, un shock de vuelta a la realidad, paso intermedio para, de nuevo en Sept-Place, llegar unas 2h más tarde a Zinguinchor, donde, tras varios fracasos, logramos encontrar un hotel barato en el que pasar la noche y volar al día siguiente, bien de mañana, a Dakar.

Unos de los muchos que se acercan a hablarte constantemente en Cap-Skiring. Curiosa la camiseta del actor secundario Bob, ¿no?, pues no, por todo el mundo hemos encontrado camisetas y banderas tanto del Barsa como del Real Madrid, al parecer dos de los equipos más famosos y con mayor afición repartida por el mundo.



Estación de Sept-Place de Cap-Skiring: se puede elegir entre una TV a todo volumen que muestra sin parar pelis en francés, idioma co-oficial de Senegal; o un puesto de comida para llevar.

Curiosidades:
Cuando vimos el teléfono de este chico, no pude resistirme: ¡¡¡un vintage!!! se trata de uno de los primeros móviles que sacó Nokia al mercado, el 5110, y que hoy en día resulta ridículo por su enorme tamaño y su gigantesca antena que sobresalía en un lateral. Bien es cierto que aún no estaba de moda la "obsolescencia programada" ya que estos teléfonos aguantaban de todo, incluídas caídas a la taza del water, como demuestra el hecho de que siga funcionando hoy, más de una década después.

Nokia 5110, una década después.




5 comments:

Anonymous said...

Tienes Facebook??? Genial el blog!

yaiza said...

¡¡¡Mil Gracias!!!

Tengo mail (fb también pero no lo uso mucho...)
Si quieres alguna info te paso el mail, dímelo o dame el tuyo y te escribo.

Gracias de nuevo!!!

yaiza

Anonymous said...

Hola! mi mail es vilasalborada@hotmail.com Me gustaría contactarte lo antes posible. Me voy de viaje y tenía una duda sobre senegal!
Gracias!

Anonymous said...

Cap Skirring, sitio peculiar, una de las mecas de lturismo sexual de mujeres, aluzina mazo con las cincuentonas y sesentonas blancas con sus negritos veinteañeros

estuve allí con mi mujer y éramos de las poquísimas parejas de viajeros porque lo corriente son mujeres solas o grupos de mujeres acompañadas, rodeadas de EMJAMBRES DE GIGOLÓS negros que las persiguen hasta que caen, pero a eso van así que es natural que caigan

resultaba que casi todos los trabajadores del sector turismo se ganan sobresueldos "trabajándose" a las blancas,

joder a mi mujer no la podía dejar sola porque con apartarme dos metros ya estaba rodeada de negros que se la querían llevar al catre (cobrando, por supuesto)

UNA EXPERIENCIA EXTRAÑISIMA

José Antonio -- Móstoles -

yaiza said...

Lo sé, Jose, lo sé.
Teníamos diferentes sentimientos al respecto que al final concluyeron en "todos somos libres, que cada cual haga lo que quiera". Ellas saben que van a tener un ligue con un joven al que tendrán que pagar algo que muchas veces no es así de claro, sino una ayuda para su familia, etc. Y ellos así sacan dinero para lo que necesiten, que muchas veces no les llega.
También hay intercambio sexual sin dinero, como en todas partes del mundo. Pero lo cierto es que los senegaleses (como muchos otros africanos) ven el sexo como algo diferente a nosotros, algo más social y normal, no le dan tanta importancia: te vas a tomar un café igual que puedes tener sexo.
Pero sí, es curioso la cantidad de blancas mayores que van de turismo sexual ahí, aunque también he oído que hay mucho turismo sexual gay, sobre todo en el norte, donde yo no estuve.